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El sentido de una opción

Tras las derrota del Centro Democrático y Social en las últimas elecciones municipales y autonómicas, el articulista defiende las razones por las que, en su opinión, el CDS sigue teniendo sentido en el panorama del sistema de partidos y, más extensamente, en la ya afianzada democracia actual.

Las últimas elecciones municipales y autonómicas han sido, sin duda, una gran derrota para el CDS. En política, ganar y vencer suele tener -en el marco de un sistema democrático pluiralista- un carácter coyuntural: el electorado premia o castiga dependiendo de múltiples factores, y cambia de actitud, y de opción, en elecciones posteriores. La cuestión, entre otras, es saber si el proyecto político que defiende el CDS tiene este carácter coyuntural o es más profundo, es decir, esta primera cuestión remite a la viabilidad de un partido que juegue en el intersticio de las dos cristalizadas fuerzas políticas dominantes (PSOE y PP).¿Tenía sentido y tiene sentido el CDS en el panorama del sistema de partidos y, más extensamente, en la ya afianzada democracia actual? Yo creo que sí. Por tres razones: la primera, el rodaje institucional democrático es lento y complicado; coadyuvar a dinamizarlo y a asentarlo exige pluralidad de opciones no enclaustradas en el bipartidismo. Una democracia avanzada debe ser ante todo muy participativa, que debele las tendencias hacia la privatización y el desencanto. La opción centro-progresista, que combina un liberalismo radical (defensa de las libertades) y un social-liberalismo (corrector del capitalismo salvaje), ayuda a balancear las posiciones derecha-izquierda. La segunda razón es la siguiente: el carácter estatal-nacional de una opción de centro-progresista sirve también de fuerza correctora de los nacionalismos regionales. No significa esto que estos nacionalismos o regionalismos sean obstaculizadores del desarrollo político o económico, pero sí su exageración. Reafirmar el Estado de las autonomías, proclamado en nuestro texto constitucional, es compatible con la defensa del Estado como entidad plurinacional o plurirregional. Y, finalmente, una opción de centro-progresista, equidistante del PSOE y del PP, no apéndice ni satélite de nadie, sin pretender ser una altemativa unilateral, sino que pueda indistintamente pactar con derecha e izquierda, cuando no existan mayorías absolutas, consolida la gobernación y es útil tanto para la derecha como para la izquierda. Éste es el papel de los partidos liberales en Europa.

¿Por qué se ha producido el rechazo electoral a esta opción? Análisis, crítica y autocrítica podrían ayudarnos a entender la derrota política de estos últimos días. Agudos comentaristas de distintas tendencias han subrayado causas varias: la personalidad de Adolfo Suárez, la estrategia de pactos, el sistema organizativo del CDS, entre otros. Hay bastante razón en estas explicaciones. Yo voy a matizar algunos puntos y señalar alguna otra causa.

Consenso y competencia

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Sin duda, una personalidad carismática como la de Adolfo Suárez, que protagoniza la transición y se resiste a liderar una opción de derecha, explica en parte la naturaleza del CDS, incluyendo sus formas de dirigir el partido. Pero esta personalización del partido era inevitable en la primera fase de nuestro sistema democrático. Igual ocurre en el PSOE y hasta hace muy poco en el PP y en el partido comunista. Sería antihistórico que ocurriese de otra manera. Es cierto también que Adolfo Suárez es más hombre de Estado y de poder que hombre de partido o de oposición. La idea de consenso, tan útil en la transición, deja de serlo en las fases subsiguientes de la democracia consolidada: la competitividad -que no significa rehuir acuerdo ni perder ¡dentidad- sustituye a la consensualidad permanente.

Pero al mismo tiempo hay algo, a mi juicio, que hay que considerar: tendrá que pasar cierto tiempo para que el elector entienda el papel de los partidos árbitros. Persiste todavía en la opinión pública la idea de una absolutización radical de la política: negro / blanco, rojo / azul. Una democracia operativa es siempre una forma política compleja y con matices. Las polarizaciones sin correcciones dramatizan, y las dramatizaciones ponen en tensión innecesariamente la sociedad civil. No se trata tanto de conseguir el voto rechazo, sea al PP o sea al PSOE, en el ámbito en que se mueve el CDS, aunque este voto sea importante, sino también, en los sectores más conscientes, la vigencia de las ideas de equilibrio y de consolidación de la democracia.

En la situación actual, con desánimo y confusión, ¿es viable esta opción política y, concretamente, la permanencia del CDS en la escena política española? Mi respuesta es clara: sí, pero... Es viable con la permanencia de Adolfo Suárez en el partido, sea como presidente ejecutivo o como presidente fundador, no sólo honorífico. Es viable siempre y cuando exista una refundación -todos los partidos se han refundado, y esto ha provocado una revitalización-, refundación doctrinal que, como pas.o previo, vaya acompañada de una catarsis serena y profunda. Es viable si la organización operativa se cambia radicalmente: el modo de dirigir, en esta nueva fase, tiene que estructurarse más abierta, imaginativa y desburocratizada. Será inviable si no se dan estos supuestos: ocurrirá la disolución, lentamente o ante las urnas en 1992 o 1993.

Ni a la sociedad política española ni a los grandes partidos les interesa una disolución de esta opción de centro-progresista. Los sucedáneos no creo que puedan cumplir adecuadamente la función correctora y de equilibrio,del CDS: es difícil ya crear nuevos partidos. La cuestión está ahora si en el próximo congreso del CDS, en septiembre u octubre, dirigentes, cuadros y militantes acertamos, en discusiones francas y abiertas, en fijar una identidad válida, una estrategia correcta y una organización operativa. Huir de voluntarismós y encauzar la racionalidad es entrar en el buen camino.

es catedrático de Derecho Político y miembro del Comité Nacional del CDS.

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