Voto
El sueño del votante produce monstruos. Por ejemplo, anoche soñé que votaba al Partido Popular, y que salía.En el sueño lo veía como la única alternativa para sacudir a un país de su modorra. Elegir a una derecha lamentable, pero obligada a respetar las reglas democráticas, y que, con el susto, aprendiéramos que no basta con votar: la exigencia debe pender sobre quienes nos gobiernan a diario como la espada de Demóstenes, ¿o era de Diógenes?, al tiempo que brilla la luz de la transparencia informativa como la linterna de Damocles.
Imaginen una España en la que se autoconcedieron impunidad los diputados de derechas, y a los presidentes del Congreso les adjudicara la derecha una cómoda mansión, en donde la Ley de Seguridad Ciudadana fuera una propuesta conservadora. De paso, Aznar sería Dios, enano y number one a la vez. Tocino en lugar de Rosa Conde y, de nuevo, Jorge Verstrynge completamente desconcertado, así como Curiel y Mohedano viéndose arrojados del paraíso y sin nada que ponerse. Por no hablar de los Carrillo boys, siempre llegando a todo tan tarde y tan mal, ni de tantos trapecistas como han aparecido durante estos años, tratando de llenar el vacío que dejara Pinito del Oro. Y Encarna, directamente Encarna, abandonando la oposición y ocupando el cargo de Ludolfo Paramio.
El panorama parecía tentador. Una izquierda revitalizada unida contra el duro patrono y el ministro de Economía, que por fin serían la misma persona, casi con toda seguridad Cuevas. Y unos periodistas que recibiríamos improperios más decimonónicos: canallescos en vez de hijos de puta o sinvergüenzas. Otro nivel, diría yo.
Desperté aliviada. Aunque no crean que, conforme pasan los días, no me lo estoy pensando.
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