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La Guardia Civil no actúa para impedir que vecinos de un pueblo de Jaén saqueen cuatro casas de gitanos

Los más de 50 guardias civiles que ayer vigilaron una manifestación en protesta por un homicidio en Mancha Real (Jaén) no actuaron para impedir que un grupo de vecinos saqueara las casas de cuatro familias gitanas. Los manifestantes protestaban por la muerte de Ángel Arroyo, el propietario de un bar de la localidad que falleció en la madrugada del sábado en una reyerta. Arroyo había denunciado a la Guardia Civil que había recibido amenazas de muerte.

Los incidentes del domingo no causaron víctimas, ya que la comunidad de gitanos de la localidad, compuesta por unas 30 personas, había abandonado sus hogares horas después de producirse el asesinato y las posteriores detenciones.Más de 5.000 personas acudieron al entierro de Ángel Arroyo en el cementerio municipal. Tras la ceremonia, desde este lugar se inició una marcha de protesta que recorrió las calles del barrio marginal en el que se produjeron los hechos.

En Mancha Real, una localidad de unos 9.000 habitantes situada a 20 kilómetros de Jaén, ayer corrieron rumores de que en los hogares de los gitanos se habían encontrado armas de fuego, lo que no fue confirmado ni desmentido por la Guardia Civil.

La manifestación de protesta estaba encabezada por el alcalde, el socialista Alfonso Martínez de la Hoz, que dirigió unas palabras a los manifestantes para decirles que no sintiesen miedo ante posibles represalias de los gitanos.

Martínez de la Hoz informó que durante la presente semana los vecinos pueden acudir al Ayuntamiento para firmar un escrito en el que se solicita la expulsión de "gitanos y chorizos". El alcalde enumeró el sábado, con nombre y apellidos, a todos aquéllos que "hacen la vida imposible a los buenos ciudadanos de Mancha Real". También manifestó que se perseguirá "a los gitanos que han matado a este vecino".

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Testigo presencial

El alcalde de la localidad calificó el asesinato de Angel Arroyo como un hecho "miserable y de cobardía", y manifestó que sus palabras no eran electoralistas. Aunque las causas de esta reyerta no se han hecho públicas, un testigo presencial de la pelea, ocurrida en el bar El Cabrero, manifestó ayer que se produjo después de que Julio Romero, al que acusa de dar muerte a Ángel Arroyo, amenazase de muerte a la víctima el mismo día en que se produjo el asesinato.

Julio Romero acudió en la mañana del sábado al bar que regentaba la víctima, y, según este testigo, que prefiere mantener el anonimato por temor a posibles represalias, pidió 5.000 pesetas, que le fueron denegadas por el dueño, por lo que le amenazó diciendo: "No vas a llegar vivo a mañana".

Posteriormente, Ángel Arroyo acudió a la Guardia Civil para denunciar la amenaza. Poco después de medianoche, el padre del presunto asesino se acercó hasta el bar para pedir disculpas al propietario por el comportamiento de su hijo, que esperaba en la calle. Cuando Ángel Arroyo salió a la puerta, siempre según este testigo, ambos se enzarzaron en una pelea en la que no aparecieron las navajas hasta que José Romero encrespó a su hijo, al que ordenó: "Defiéndete, maricón".

La Policía Local llegó tres cuartos de hora después de ser llamada por un vecino que, según dijo ayer, tuvo que telefonear a la Guardia Civil al no contestar a su llamada los guardias municipales, que trasladaron a los heridos al hospital. Cuando todo parecía calmado, llegaron al bar otros dos gitanos armados con escopetas, que abrieron fuego contra el local sin que se produ jesen víctimas.

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