El recurso del método
Desde la admiración de siempre por EL PAÍS y el respeto que me merece, permítame manifestarle mi desacuerdo con el editorial Pretexto del método (28 de abril de 1991) que a diferencia de otros editoriales, con los que no haya podido estar de acuerdo totalmente, se sale de la longitud de onda del periódico, con la que siempre me ha parecido sintonizar.Leído el editorial, me he quedado con la sensación conocida de no saber si el perro mueve al rabo o el rabo mueve al perro, y con la suficiente desazón como para tener que escribirle.
A mí me parece, modestamente, que lo que ha ocurrido es que se ha publicado, invocando el derecho a la información, pero sin el permiso de los interesados, una conversación telefónica coloquial y privada, carente de valor político útil; conversación que ha sido obtenida y grabada fraudulentamente, sin la autorización legal necesaria que sólo sería utilizable, por otra parte, en la persecución de delincuentes.
La situación y el alcance de las discrepancias internas del partido en el poder, anécdotas aparte, ya eran efectivamente públicas y notorias, así como el posicionamiento en este asunto del dirigente espiado, sin necesidad de una confirmación que no genera compromiso, por circunstancial.
No aporta nada, en mi opinión, al conocimiento de los ciudadanos de tales discrepancias, el que alguien diga, aunque sea un alto dirigente de ese partido en privado y coloquial mente, que tal ministro es un enano o que el number one tiene la culpa; tal vez ese dirigente al igual que yo y que otras gentes que conozco, haya dicho alguna vez (eso sí, coloquial y privadamente) que por definición "el jefe siempre es un cabrón" sin que tan juiciosa manifestación, en esas circunstancias, tenga que ser necesariamente, una declaración política o de principios, sutil, trascendente o desestabilizadora de jefaturas.
A eso quedaría reducido el contenido; a mí, el más modesto lector de EL PAÍS, me preocupa que precisamente este periódico, en este caso, considere el método, un pretexto. -
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