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EL CIERRE DE VALDECABALLEROS

Adiós a los neutrones

Los habitantes de Valdecaballeros enfrentan con pesimismo la paralización de la central

A los 1.800 habitantes de Valdecaballeros (Badajoz) no les importa si la energía nuclear es más o menos segura, limpia o barata. Su única preocupación es que la moratoria nuclear, que paraliza la puesta en marcha de la central de su pueblo hasta el año 2000, llevará al paro a cientos de personas y muchas pequeñas empresas irán a la ruina en poco tiempo. Por esto, todo Valdecaballeros exige a la Administración que ofrezca una alternativa de futuro.

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Carlos Marcos se quita las gafas para frotarse los ojos. Un gesto de un hombre cansado y abatido. A sus 49 años ha visto como todos sus planes se han venido abajo mientras le ahoga la hipoteca, los créditos (a un interés del 17%) le abrasan y el leasing le acecha a cada instante. Carlos trabajaba de encargado de una discoteca en otra ciudad en la que también existe una central nuclear. Un día se enteró que en un pueblo de la comarca de la Siberia, en Badajoz, se iba a construir otra central de este tipo. Entonces se mudó para montar un negocio con la esperanza de que fuera tan próspero como el que tenía su patrón.Pero en abril de 1984 el Gobierno dictó la primera moratoria, por la que se aplazaba el estreno de la nuclear. Inmediatamente la plantilla de la central y los clientes de Carlos comenzaron a menguar y continuan haciéndolo al calor de la segunda moratoria recientemente anunciada.

"No sólo estoy endeudado con el banco, también me encuentro en deuda con mi hijo que ha tenido que abandonar los estudios para ayudarrne en el restaurante porque no puedo contratar a nadie", se lamenta Carlos, que no está ni a favor ni en contra de este tipo de energía.

En parecida situación están muchos jabalíes (apodo que reciben los habitantes de Valdecaballeros) que a comienzos de los años 80 invirtieron su dinero en un negocio a la vista de la riqueza que podía generar una empresa con una plantilla de más de 4.000 personas y que ahora no llega a 260. Por aquellos años muchos emigrantes extremeños volvieron a sus tierras para trabajar en la central o poner un negocio. Cuentan en el pueblo que en 1984 se habían pedido ya préstamos por valor de 600 millones de pesetas. Pero el cuento dice que el cántaro se rompió dando al traste con los sueños de la lechera.

Sueños arruinados

Y en Valdecaballeros las dos moratorias han arruinado los sueños de muchos hombres y mujeres. Por lo que el pueblo unido pide una alternativa al cierre, que entienden es definitivo, de la central. Esta podría ir desde reconvertir las instalaciones para el gas natural o poner cualquier tipo de industria, dicen. Una decisión que permita que Valdecaballeros siga teniendo una población infantil que dobla la de otros pueblos de la zona.

Antonio Jiménez ha invertido en el pueblo, desde que abandonó su empleo en un hospital de Londres en 1976, más de 30 millones de pesetas. Pero el bloque de apartamentos que construyó para alquilarlos a la población flotante de la central todavía nonnata lleva muchos años vacío y seguirá así durante mucho más tiempo. Antonio afirma que tampoco sabe si la energía nuclear es buena o mala "porque no me lo he preguntado". Sólo sabe que sus dos bares únicamente dan para "cubrir gastos" y eso le basta.

El alcalde independiente de Valdecaballeros, que también dejó su trabajo en Madrid para emplearse de administrativo en la central, califica la decisión de la moratoria de "política caprichosa". Según sus datos, 40 familias viven de la agricultura y la ganadería, otras 150 viven de las pensiones y otras 300 lo hacen directamente de la central, "pero a partir de ahora van a andar de cabeza". Como premonición de lo que puede pasar, una de las cuatro sucursales bancarias que hay en el pueblo ya ha cerrado y corre el rumor de que otra lleva el mismo camino.

Pepi López, ya entrada en los cuarenta, se pasea en chándal de colorido chillón, pero anda con la moral caída y los nervios destrozados. Su marido trabaja desde hace 13 años en la central y ahora teme que el pueblo se hunda "cuando echen la llave". Mientras, Miguel Abril, jefe de servicios generales de la central y José María Arcos responsable de la división de explotación, se quejan de la Administracion. "No pueden estar decidiendo cada año si continúa o para", señalan. María Luisa, la joven farmaceútica cree que "la política del Gobierno está fomentando que Extremadura siga siendo un pueblo de emigrantes".

A 12 kilómetros de Valdecaballeros se encuentra Castilblanca que tiene alcalde socialista. Tanto él como sus concejales sostienen que les tienen vetados a la hora de trabajar en la nuclear a la que, por cierto, se oponen visceralmente como los socialistas de Valdecaballeros, los únicos del pueblo que se sienten satisfechos por la moratoria, aunque ello no les impide exigir al presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, una solución alternativa.

El alcalde de Castilblanca explica que los habitantes de Valdecaballeros han llevado un buen tren de vida "propiciado por al obra civil de las instalaciones" que ya no pueden mantener. Y sentencia que con la central llegó también la droga, la perversión y el vicio" porque "nunca habían ocurrido cosas tan raras en el pueblo".

El suceso más cercano ocurrió una noche del pasado marzo cuando Dionisio, el cura, fue apuñalado cuatro veces. Al margen del incidente, el padre ha anunciado a sus feligreses que, a partir de junio, los domingos sólo habrá una misa y no dos "porque cada vez vamos siendo menos".

Tanto Sevillana como Hidroeléctrica, las dos propietarias de la central, han mimado al pueblo sin escatimar. En su día construyeron 150 chalets para el personal que hoy se han convertido en un poblado fantasma protegido por un guarda jurado.

Una madre de familia a punto de emigrar explica que sus vecinos "han sangrado a las eléctricas lo que han podido". La central, así, ha financiado desde la construcción de las escuelas al camino a la ermita.

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