"Nunca pasa nada"
Reformado en 1989, el quirófano de Las Ventas está mejor dotado que los de algunos hospitales
"¡Hasta luego! ¡No! ¡Hasta mañana!". Máximo García Padrós, cirujano jefe del quirófano de la plaza de toros de Las Ventas, se despide así de cada diestro que se dirige al ruedo. En seis años al frente de la enfermería, la expresión que más ha escuchado de los toreros es el consabido "nunca pasa nada". Pero a veces sí pasa. Por ello, la Comunidad se gastó hace dos años 130 millones en reformar el quirófano. "El colectivo de matadores es el único con un equipo médico pendiente de su trabajo", comenta García Padrós, que brindará por su 48º cumpleaños en el tercer toro de la corrida de mañana.
"Este quirófano para sí lo quisieran muchos centros hospitalarios", exclama Máximo García Padrós, satisfecho de la remodelación efectuada en la enfermería del coso de Las Ventas."En esta sala de operaciones no existe nada superfluo, pero todo el instrumental es moderno", añade señalando la nueva lámpara de operaciones, el aparato de esterilización y la reciente ampliación, de 10 metros cuadrados.
La plaza de toros de Las Ventas, creada en 1931, no contó con una enfermería hasta 1934, pero fue en 1974 cuando se dotó al recinto de un quirófano con unas ciertas condiciones. Quince años después, en 1989, se emprendió la remodelación que ha dejado la enfermería en las actuales condiciones.
Ocho personas en vilo
Un equipo formado por tres cirujanos, un anestesista, un hematólogo, un asistente técnico sanitario (ATS) y dos celadores permanece en vilo durante todas las corridas, pendiente de todos los problemas médicos que puedan surgir en un recinto con capacidad para 23.000 espectadores y varios diestros enfrentándose al toro en la arena.
Algunas veces, los problemas son livianos: marcos y lipotimias de espectadores debidos al calor y a la sangría. Pero otras veces sucede lo más temido, la cogida. La mala suerte no tiene reglas fijas, pero la experiencia de los médicos de la plaza les ha hecho manejar una relación terrible: cada seis corridas se produce una cogida.
Cuando un torero resulta herido son los monosabios y areneros los que se adentran en el ruedo para trasladar al diestro hasta la enfermería. "Con ellos llegan seis o siete amigos del diestro Y algún que otro aficionado", asegura Máximo García Padrós. "Esto ocurre en la primera sala, pero luego se cierran las puertas de acceso y se procede con la máxima rapidez posible a intervenir las lesiones", explica.
Amargos recuerdos
Este médico recuerda como una de las cogidas más cruentas la que sufrió hace cuatro años El Campeño, banderillero de Joselito. Un asta le rasgó la carótida y la yugular y le partió el cuello. La delicada operación de sutura que le fue practicada no pudo impedir su muerte.
"Las muertes de El Yiyo y de Paquirri dieron lugar a una de las temporadas de mayor tensión que yo he conocido en los ruedos; cada vez que un torero iba a dar un paso en falso la plaza entera se ponía de pie", recuerda García Padrós.
"Las enfermerías de muchas plazas de segunda y tercera categoría dejan mucho que desear, y luego está el problema de la lejanía de los hospitales. Aquí, sin embargo, estamos a tres minutos del Gregorio Marañón y a seis del Doce de Octubre", añade.
La dinastía de los García como cirujanos taurinos comenzó en 1943 con Máximo García de la Torre, padre del actual jefe de enfermería. Máximo García, hijo, empezó en 1966 como ayudante en la plaza de toros de Las Ventas.
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