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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Diálogo en Belfast

EL COMIENZO, el pasado 28 de abril, cerca de Belfast, de una negociación entre Peter Brooke -secretario de Estado encargado de Irlanda en el Gobierno de Londres- y los cuatro partidos norirlandeses contrarios al uso de la violencia es un acontecimiento relevante. Son muchos los que creen que se trata de la iniciativa más sólida en los últimos 20 años para intentar superar la espiral de atentados y muertes que ensangrienta el Ulster. Brooke ha sostenido durante más de 15 meses discretos y dificiles tratos con las partes interesadas hasta lograr que acepten sentarse a una mesa para iniciar el diálogo. La intransigencia, la ignorancia mutua, las estelas del odio exigen tiempo para ser borradas o, al menos, difuminadas.Planificada para una duración de varios meses, esta negociación tiene como objetivo encontrar un camino para poner fin a la administración directa que Londres impuso en el Ulster en 1972. Este sistema, que debía frenar la actividad terrorista del IRA -con el envío de tropas británicas-, no ha dado los resultados previstos. Por otra parte, hoy sería inimaginable un retorno al sistema anterior, en el que la mayoría protestante imponía un régimen discriminatorio a los católicos, fomentando así entre éstos el apoyo a la lucha armada y al terrorismo. Se. trata, pues, de buscar algo nuevo: el plan de Brooke prevé una negociación en tres etapas. En la primera, los partidos irlandeses deberán elaborar un sistema de gobierno regional que ofrezca garantías a todos y que permita dar vida a una experiencia fundamental: la cooperación en una labor concreta de gobierno de los dos partidos unionistas -en representación de los protestantes-; del partido socialdemócrata-laborista, que tiene su base entre los católicos, y de la Alianza, formación que incluye a personas de ambas comunidades religiosas y que obtuvo un 10% de los votos en 1987. En las etapas ulteriores tomarán parte en la reflexión común los Gobiernos de Londres y de Dublín y se examinarán los cambios constitucionales que puedan ser necesarios para poner en marcha el nuevo sistema.

Se trata, evidentemente, de un proyecto sumamente ambicioso en el que se percibe un cambio conceptual en la manera de abordar el problema del Ulster. Hasta ahora, los católicos reivindicaban su voluntad de incorporarse a la República de Irlanda, a la que consideran su patria. Los protestantes, por su parte, alegaban su pertenencia al Reino Unido y su deseo de seguir dentro del ámbito de competencia del Gobierno de Londres. Era un callejón sin salida. ¿Se podrá salir de él mediante una administración conjunta en el Ulster, estudiando un nuevo enfoque de] vínculo con Londres y, a otro nivel, de la relación con Dublín? El que pueda surgir tal pregunta es ya en sí mismo algo novedoso. Indica la originalidad del camino que se pretende iniciar. En ese sentido, el hecho más sorprendente es que los partidos protestantes hayan aceptado entrar en una negociación en la que tomará parte, en un momento dado, la República de Irlanda. Ello representa un significativo cambio con respecto a lo que fue su reacción -airada- cuando, en 1985, Londres firmó con Dublín un acuerdo para acercar posiciones en el tema del Ulster. Entonces acusaron al Gobierno británico poco menos que de traición. Por otra parte, es sintomático que las dos organizaciones protestantes armadas, culpables por lo menos de 15 asesinatos en lo que va de año, hayan decretado un alto el fuego durante las negociaciones. Se puede dudar de su eficacia -a la luz de experiencias del pasado-, pero es un signo positivo.

Dicho esto, sería necio abrigar excesivas ilusiones cuando ni siquiera se sabe si proseguirá la negociación. El Sinn Fein, partido ligado al IRA, no ha sido invitado por su política de apoyo a la violencia, y surgirán, sin duda, esfuerzos por impedir que prospere la búsqueda de una solución política. Pero algo ha empezado a moverse por vías no trilladas, algo que puede alentar en las dos comunidades de] Ulster la idea de que es posible una solución sin violencia.

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