Shamir niega que haya acuerdos de paz con Baker
El primer ministro israelí, Isaac Shamir, ha puesto en una pésima posición a su ministro de Asuntos Exteriores, David Levi, al rechazar todos los compromisos que éste acordó el pasado viernes, en Jerusalén, con el secretario de Estado norteamericano, James Baker, según trascendió ayer al término de la reunión semanal del Gobierno hebreo. "No hay ningún acuerdo", dijo en la reunión el ministro de Defensa, Moshe Arens, que se declaró hostil no sólo al mantenimiento de la conferencia como marco estable de las negociaciones, sino a la presencia de algún representante de la Comunidad Europea, que, dijo, convertiría "la reunión regional en una conferencia internacional".
Es lo nunca visto. Un primer ministro desmiente públicamente los compromisos acordados por su ministro de Asuntos Exteriores. "Sólo ocurre en Israel", comentan con sorna los estadounidenses.En un paso de aproximación a las demandas de Washington, el ministro David Levy dio su asentimiento a James Baker para que la conferencia regional pueda reunirse en pleno cada seis meses, a fin de ser informada sobre los progresos que se alcancen en las negociaciones de paz israelo-árabes. Y esto con dos condiciones: que todas las partes interesadas, incluida Israel, estén de acuerdo para que se convoque cada una de esas reuniones de la conferencia, y que la conferencia regional como tal no pueda intervenir en las negociaciones israelo-árabes, ni mucho menos imponer una solución.
De ningún modo, le diría una hora más tarde Shamir al mismo Baker. El primer ministro de Israel reiteró su posición de que la presidencia de la conferencia regional deberá autodisolverse inmediatamente después de inauguradas las negociaciones de paz, y que sus integrantes, es decir, sendos representantes de Estados Unidos, la Unión Soviética y la Europa de los Doce, deberán regresar a sus casas.
Durante la reunión semanal celebrada por el Gobierno israelí ayer domingo, Shamir prefirió dejar a su ministro de Defensa, Moshe Arens, la tarea de atacar frontalmente a David Levy. Y el sector de los moderados, dirigido por el propio Levy, hubo de jugar a la defensiva contra el grupo de los duros, encabezado por Arens.
Levi fue acusado de haberse adentrado por el camino deslizante que lleva hacia la conferencia internacional, rechazada desde siempre por el Gobierno de Shamir. El ministro ultranacionalista Yuval Neeman amenazó con dimitir del Gobierno si la línea de Levi prevalece.
Tras la reunión del Gobierno, el ministro de Asuntos Exteriores advirtió públicamente a sus críticos de los peligros del inmovilismo. "Quienes se imaginan que Israel puede permitirse optar por el inmovilismo y volverse de espaldas, esperando a que pase la tormenta, se equivocan gravemente", dijo Levi.
Miedo a Bush
Las noticias que llegan desde Washington parecen dar la razón al análisis del ministro de Exteriores. Los periódicos israelíes del domingo anunciaban a toda plana que el presidente norteamericano, George Bush, está decidido a sacar adelante su iniciativa de paz y no tolerará que se pongan trabas en su camino. Los corresponsales israelíes en Washington evocan el riesgo de que el Gobierno de Isaac Shamir sea declarado "peace refusenik" (el que rechaza la paz) y sometido a "un tratamiento de choque" si persiste en decir no a Baker.Pero Jerusalén responde: ¿por qué Baker se muestra más indulgente con Siria que con Israel, a pesar de que el presidente Asad rechaza obstinadamente las insistentes demandas del secretario de Estado para que se pronuncie a favor de conversaciones directas de paz, cara a cara, con Israel?Todo esto no impide que los ministros moderados, que prefieren ser calificados de "realistas", integrados en el Gobierno de Shamir (como David Levi, Ehud Olmert, Arlel Deeri, Dan Meridor o Ronni Milo) adviertan de los riesgos que implicaría "la creación de un clima de enfrentamiento entre Israel y Estados Unidos".
Estos ministros recuerdan que el, Gobierno hebreo quiere pedir a Washington, el próximo mes de septiembre, garantías para nuevos préstamos por un total de 10.000 millones de dólares (más de un billón de pesetas), que le resultan indispensables para poder acoger e integrar a cientos de miles de nuevos inmigrantesJudíos llegados de la URSS.
Parece más que dudoso que un presidente Bush que ha puesto todo su prestigio en conseguir el relarizamiento del proceso de paz israelo-árabe acepte conceder estas garantías a un Gobierno israelí acusado de ser el principal responsable del fracaso de Baker.
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