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FERIA DE SEVILLA

Música y aclamaciones para Martín Recio

Domecq / Joselito, Jesulín

Tres toros de Fernando Domecq Jandilla, bien presentados, 1º inválido, 3º y 4º mansos, con feo estilo. Tres de Viento Verde, muy desiguales de presencia, mansos 2º y 5º (de 687 kilos), 6º flojo y pastueño. Joselito: gran estocada (aplausos y saludos); pinchazo y estocada caída (silencio); pinchazo bajo, otro hondo y cinco descabellos (algunos pitos). Jesulín de Ubrique: pinchazo bajo muy atravesado y media (ovación y salida al tercio); pinchazo y otro hondo atravesado caído (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Plaza de la Maestranza, 14 de abril. Octava corrida de feria. Lleno.JOAQUíN VIDAL,

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Dos mundos

El subalterno Martín Recio bregó al quinto toro -687 kilos de mala casta- con entrega, precisión y categoría de maestro, y a Joselito se le llevaban los diablos. El público estaba pendiente de la lidia que daba Martín Recio al toro de mala casta y cuando acabó el tercio de varas, se puso en pie aclamándole, mientras la banda del maestro Tejera rompía a tocar en su honor un pasodoble. Las ovaciones y la música continuaron durante todo el tercio o siguiente, pues Martín

Recio redondeó su tarea prendiendo guapamente en lo alto de la inmensa mole, dos pares de banderillas . Para entonces, la plaza era un clamor...

El subalterno había tomado el protagonismo de su jefe de cuadrilla, vivir para ver. Son cosas que pasan. Cuando a un jefe de cuadrilla no le gusta el toro y va y delega en el peón de confianza inhibiéndose de la lidia, y el peón de confianza es un torero de los pies a la cabeza, pueden ocurrirle estas desgracia,. Y aún mayores, según pudo apreciar Joselito en sus propias carnes. Pues brega adelante hizo retirarse al peón para sustituirle y el toro le arrebató el capote de las manos una vez, otra se lo partió por gala y hubo de cederle el turno de nuevo, simplemente para que el toro no se quedara sin picar.

Qué bochorno, papi, decían por la tele en similares situaciones, años ha.

Una lección de brega, de técnica lidiadora y de vergüenza torera dio ayer Martín Recio a Joselito, y acaso no sea la última. El día menos pensado se la dará otro peón a quienes van por ahí presumiendo de figuras y de maestros en tauromaquia Desde la época aquella, lejana ya, en que los peones tomaron por costumbre capotear a dos manos poniéndose la lógica de la lidia y el reglamento taurino por montera, y los matadores se lo autorizaron, y el propio toreo de capa cayó en decadencia por puro desuso, cualquier subalterno puede salir a la palestra y enmendarle la plana a su matador, sin necesidad de esforzarse demasiado. Los mismos capotazos con que Martín Recio fijó al quinto torazo, eran lances de recibo, sin ir más lejos bastante mejores que cuantos intentó Jesulín de Ubrique en toda la tarde.

Tampoco se fue Jesulín de Ubrique de rositas, pues intentó colarle a la afición sevillana, incluso en el maravilloso sexto torito, de pronta y pastueña embestida, la especie de toreo ese que prodiga por ahí y tantos triunfos le reporta. Y la afición sevillana, menuda es. En cuanto la afición sevillana -¡menuda!- vio que Jesulín de Ubrique citaba con todo el pico-picazo, descargaba la suerte, perdía un paso o los que hicieran falta para fingir que ligaba los pases, intentaba empalmar los de pecho al estilo Paco Ojeda y, encima, se ponía a torear de espaldas al estilo Dámaso González, puso el grito en el cielo. Las imitaciones, principalmente las que son descaradas, pueden constituir una falta de respeto, y las de Jesulín de Ubrique muchos aficionados se las tomaron a ofensa personal. La verdad es que faenas calcadas a esas las premian por ahí con dos orejas y salida a hombros. Pero la. Maestranza no es por ahí, sino por aquí, junto al Guadalquivir; coso legendario y exclusivo.

Los toros de Joselito, el del bochorno y los otros dos de su lote, eran mansos, reservones, aplomados, con su punto de peligro -muy deslucidos, por tanto- y les midió muy bien los terrenos con la muleta, consintiendo parones y aguantando derrotes con valor sereno y conocimiento de causa, para sacarles los escasos pases que tenían. Al tercero, incluso lo saludó mediante verónicas torerísimas, justamente aplaudidas. Es decir, que Joselito se tenía ganado el respeto de la afición sevillana. Se lo tenía ganado, hasta que mandó a su peón a por tabaco y se encontró con la desagradable sorpresa de que el peón se lo fumaba y, además, se ligaba a la rubia.

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