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Reportaje:

400 escalones

El 40% de los 6.000 socios del Círculo de Bellas Artes es menor de 40 años

Elsa Fernández-Santos

Para recorrer a pie el edificio que alberga el Círculo de Bellas Artes, desde la entrada hasta la torre que lo corona, hay que subir casi 400 escalones de mármol y barandilla de hierro. Un ascensor es la alternativa moderna para esta centenaria institución, pero su verdadero eje son estas escaleras, que separan no sólo pisos, sino también generaciones y programas. Los 6.000 socios de este centro, que entró en su etapa más popular a partir de 1984, tienen acceso a actividades que van desde una mesa de billar hasta talleres de pintura y dibujo.

Los 130 primeros escalones conducen a la tercera planta En ella están los 200.000 volúmenes antiguos de la biblioteca, la secretaría, la junta directiva y el botiquín. Gemma y Beatriz son dos socias de 17 y 19 años, respectivamente. "Venimos casi todos los días a estudiar en la biblioteca. Los fines de semana me paso todo el día aquí", comenta Gemma, que vive en la zona de Arturo Soria "Es curioso cómo cambia la gente de un piso a otro", añade "Cuando ves a un viejo en la pecera [el conocido bar de la entrada] piensas: éste va a la cuarta planta, al billar o a leer los periódicos. Cuando ves a jóvenes dices: ésos, a la tercera, a la biblioteca a estudiar; y los más raros.. ., ésos son los que pintan en la sexta".El recién estrenado presidente del Círculo, Pedro García- Ramos, indica: "Más del 40% de los socios son menores de 40 años. Luego hay un núcleo muy concentrado y muy presente de gente muy mayor que pertenece al mundo del casino antiguo". "El Círculo añade, "necesita otro revulsivo como la reactivación de 19831984. Aquí hay magníficas ideas y grandes coordinadores. Nos falta llegar a una etapa de osadía y arriesgamos".

Carnaval isidril

El edificio, que se inauguró en el año 1880, es obra del arquitecto Antonio Palacios; para unos, un arquitecto innovador, y para otros, un excéntrico y disparatado a la hora de evaluar los espacios. Nada más entrar en el edificio está la imponente escalera de mármol blanco , por la que es fácil subir en solitario, excepto cuando se celebra el popular baile de carnaval, en el que se abarrota. Aunque este año el desierto de la guerra del Golfo también llegó a estas escaleras, y en solidaridad con la batalla que ocurría a 5.000 kilómetros de Madrid se anuló la popular fiesta. Sin embargo, con la paz se medita recuperar el carnaval y trasladarlo a la fiesta de San Isidro.Los que sí se llenan todas las tardes son los talleres de pintura de la sexta y última planta y las salas de juego y la sala de billar de la cuarta. Todo digno del Chicago de los años veinte. "Yo ya no vengo mucho por aquí. Hace siete años venía mucho.... cuando todavía se jugaba", comenta en voz baja un malhumorado socio cincuentón. Mientras habla señala la sala de las Columnas, reservada para conferencias o actos públicos. No le falta de nada a esta institución, que desde 1960 hasta 1983 fue tapadera de un garito de juego.

José Vallés, alias Joval, es un hombre de 81 años. Bien peinado, con un chaleco de color rojo, acaba de llegar, como cada tarde, desde su casa del paseo del Pintor Rosales, para ver a sus amigos y jugar con ellos una partida de billar. Joval no sube nunca los 70 escalones que conducen a la sexta planta, donde surge el olor del aguarrás, y dice: "Yo vengo a jugar con mis amigos. No sé qué ocurre en otras plantas".

No es el único que desconoce que el pintor José Hernández, nacido en Tánger hace 46 años, imparte desde principios de mes un taller a 21 jóvenes que desde la mañana, y hasta la noche, trabajan en este selectivo curso de arte actual, o que el escritor Gonzalo Torrente Ballester ha ofrecido en estos días charlas sobre su obra, o que hay un taller avanzado sobre técnicas narrativas y otro sobre ritos de la retórica.

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Cada socio parece tener su rincón. El más solitario es la azotea, que ofrece una panorámica única de la ciudad, quizá sólo superada por el torreón, al que se accede desde la azotea por una estrecha escalera de caracol. 4 el último de los 400 escalones.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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