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POSGUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

La necesidad lleva el 'comunismo' a Kuwait

Los sistemas solidarios de distribución creados durante la ocupación aún funcionan

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIAL, La Ciudad de Kuwait continúa acostándose a las seis de la tarde y sus habitantes apenas disfrutan de otras comodidades que no sean Ia alegría de la libertad recuperada y la confianza en el regreso a la sociedad del bienestar y la opulencia desmontada concienzudarnente por los iraquíes. El comunismo de resistencia que tuvieron que organizar para sobrevivir durante la invasión sigue vigente. La vida se acaba en esta población desolada y sucia cuando a las 10 de la noche entra en vigor la ley marcial y las patrullas militares montan peligrosamente sus armas en los cruces de carreteras.

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El resplandor de los candiles, las velas y las fogatas escapándose desde edificios semiderruidos aportan la nota fantasmagórica de una población bajo cuidados intensivos y enemistada con los palestina, 7.000 de los cuales fueron trasladados a comisaría en estos últimos días para su completa identificación.Aparentemente poco ha cambiado en la capital del emirato desde su reconquista a pesar de los ambiciosos planes de reconstrucción. Sus calles destrozadas, los escaparates hechos añicos, las entradas calcinadas de los hoteles, los peligrosos agujeros de las autopistas de circunvalación, los solares convertidos en basureros recuerdan el brutal esparcimiento de las tropas iraquíes.

La mayor parte de los kuwaitíes padece tras la liberación el mismo sistema de vida comunista que implantó la necesidad de sobrevivir, la misma igualdad en la desgracia que haría vomitar a los compatriotas que siguieron la ocupación desde los hoteles de cinco estrellas de Hawai. Este exilio dorado ha creado no poco resentimiento entre quienes sufrieron el calvario en casa.

La vida ciudadana está paralizada y los kuwaitíes comienzan a impacientarse por la demora en la recuperación de los servicios mínimos. Cuando le pregunto a un automovilista por una dirección, éste aprovecha el momento para descargar su malestar. "Estamos muy nerviosos. No tenemos ni pan ni agua ni electricidad. No entendemos cómo estando Arabia Saudí cerca no disponemos ya de lo más necesario. Y encima no hay democracia".

En el hotel Holliday Inn, donde se aloja una parte de la prensa internacional y militares norteamericanos, saudíes y egipcios, el menú es el mismo desde el día de la liberación: una pequeña maqueta de plástico que en su forma se asemeja al pollo y macarrones de sabor tan insípido que de comerlos a ciegas nadie adivinaría qué engulle.

Los grupos que aseguraron la convivencia nacional durante la ocupación iraqui mantienen los mismos canales de distribución de alimentos de antes. Todos los vecinos saben los puntos de recogida, los puestos callejeros, y a ellos acuden todavía. Expertos británicos, franceses o norteamericanos detonan cada día las minas que los zapadores iraquíes colocaron en las playas para detener un desembarco anfibio o desactivan las trampas anticarro que inútilmente quisieron frenar el avance de los vehículos acorazados por tierra.

La noche se ha convertido en la boca del lobo. La Ciudad de Kuwait es tensa, complicada, cambiante; es un. laberinto desde que sus habitantes cambiaron los nombres de las calles y la numeración de las casas para confundir a los iraquíes. No hay luces, sólo puntos luminosos y la oscuridad oculta las referencias. En un despiste nocturno no es difícil empotrarse con un carro de combate aparcado en la calle ni tragarse uno de los erizos gigantes de hierros y puntas que cortan rutas urbanas, amén de las barreras de grava y arena, invisibles y traicioneras que interrumpen las avenidas cuando crees haber sorteado las peores trampas.

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