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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pasada la tormenta

FINALIZADA LA guerra permanecen las incógnitas: ¿qué será de Sadam y de su régimen?, ¿qué será de Irak? Resolverlas es algo que no corresponde a los vencedores. Es más, su mayor error sería el de confundir al pueblo de Irak con su dirigente. Es esencial que sean los hechos los que deshagan las mentiras y manipulaciones en las que ha asentado su influencia. A partir de ahí, las respuestas surgirán en quienes han soportado durante casi 12 años la dictadura de Sadam Husein. En ese orden, es necesario un esfuerzo europeo de solidaridad para aliviar los sufrimientos del pueblo iraquí y de otros pueblos árabes dañados por la guerra, y lo es tanto por razones humanitarias como políticas. El mundo árabe es acreedor de una clarificación de la verdadera conducta de Sadam, tan nefasta para los ideales que él invocó al justificar su guerra. Esclarecimiento que sólo puede proceder de los árabes mismos. A ello contribuirá, sin duda, el replanteamiento de actitudes que toda guerra comporta.No se conocen aún los planes del secretario de Estado norteamericano, James Baker, para su visita a Oriente Próximo. Pero hace falta que Europa ponga sobre la mesa, sin demora, sus propias propuestas. La peor manera de abordar la posguerra sería partir de la idea de que, pasada la tormenta, todo debe volver a ser lo que era. Por el contrario, conviene buscar soluciones que eviten el estallido de nuevas crisis. Para ello, ninguna contribución deberá ser inútil en el retode construir un nuevo orden internacional, si se desea que no se convierta en un mero reparto de influencias y botines o en una simple restitución a sus dueños de la propiedad privada, injusta y violentamente expropiada. No se han movilizado una coalición internacional y la ONU sólo para que una familia de jeques del petróleo pueda volver a disfrutar de su feudo privado. También a los jeques habrá que exigirles libertad y democracia para sus pueblos y una actitud hacia sus vecinos menos altanera y más generosa.

Por otra parte, es fundamental convencer a Israel -a su Gobierno y a su opinión pública- de que es el momento propicio para iniciar un nuevo camino que trate de satisfacer las legítimas demandas del pueblo palestino. La seguridad de Israel está hoy garantizada, y Europa no debe ahorrar nada para refórzarla en el porvenir. Resulta imperioso resolver el embrollo del tema palestino, lo que exige negociar con ellos y sin vetos previos a una OLP que, al margen del error de Arafat al alinearse inequívocamente con Sadam, tiene una representatividad indiscutible.

Por lo que atañe a España, hay que destacar el que por primera vez en nuestra historia contemporánea nos hemos visto incorporados, con servidumbres y ventajas, a una alianza internacional que intentó, y consiguió, la aplicación de la legalidad y del derecho de las naciones. Como europeos especialmente relacionados con el mundo árabe, nuestra contribución debe expresarse en un especial énfasis en nuestra política magrebí, con el consiguiente incremento de los contactos políticos, comerciales y culturales, y en un desarrollo rápido y eficaz de la proyectada Conferencia del Mediterráneo.

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Pero España debe impulsar un auténtico cambio de velocidad en la construcción política de Europa. Ésta debería ser la última crisis internacional en la que la gran potencia económica, cultura] y demográfica que es nuestro continente quede apenas sin voz. La construcción de una defensa europea, enlazada con la del aliado norteamericano, pero totalmente independiente y autónoma, será decisiva para el futuro. Si Europa no es capaz de dotarse de tal sistema y si no avanza en la elaboración audaz de una política exterior común en el Mediterráneo y en otras regiones, no valdrá la pena continuar con debates bizantinos sobre las funciones del Parlamento y del Consejo de Ministros. Ciertamente es la hora de la humanidad, en la que la Europa de los derechos humanos y de las libertades tiene tanta experiencia en sufrimientos y en su alivio, pero también debe ser la hora de Europa, de su unidad política y de la construcción de su defensa.

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