La máscara de David
La primera noche en que los misiles iraquíes cayeron sobre Tel Aviv, mi nieto de cuatro años tuvo largos accesos de llanto en la habitación sellada donde estuvo con sus padres y hermano. No soportaba la máscara de gas. Al margen del miedo que veía reflejado en los demás, y que imagino alimentaba su desesperación, David no manejó bien los tiempos de conversación y respiración, una delicada alternancia cuando se tiene una máscara antigás sobre el rostro. Esto le ponía aún más nervioso.David es un inquieto e infatigable conversador, vertiginoso en todo lo que hace: no lograba respirar suavemente y permanecer callado, hablar poco, cumplir con las pausas que el instructor le había indicado. En los siguientes bombardeos logró crear una precaria rutina, se abstuvo de conversar y recurrió a los juguetes. De todos modos, yo no pude dejar de preguntarme qué consecuencias habrá dejado en su mente esa primera noche.
Aunque parece por ahora una utopía, después de la derrota de Sadam Husein la posguerra no será breve ni fácil de resolver, aunque así aparezca hoy en los artículos de miles de columnistas políticos. Es la crisis mundial más grave desde la II Guerra Mundial, cuya posguerra duró más de cuarenta años. Muchas de sus consecuencias todavía no han quedado ni aproximadamente resueltas, como la independencia de los países bálticos y el desastre económico de la Europa oriental. Si, como creo, la posguerra del actual conflicto en el Golfo se extenderá a lo largo de veinte a treinta años, David tendrá que participar en su solución como ciudadano de un país que está en esa región y forma parte de los conflictos de la región. Quisiera, si es que el deseo de un abuelo tiene algún valor, que lo haga desde el campo de la paz, que sea un pacifista, como fueron sus antepasados. No sé en qué medida el trauma que puede haberle dejado una larga noche con la máscara de gas sobre la cara, y las sensaciones de asfixia que experimentó, influirá en sus decisiones y actitudes. Espero que poco y nada.
Por la vía materna, David pertenece a cinco generaciones de israelíes que fundaron kibutzim y lucharon en todas las guerras de Israel, en las filas de los grupos militares clandestinos durante la ocupación británica, y en el Ejército oficial desde la independencia de 1948. Pero todos pertenecieron siempre al movimiento pacifista y a la idea de que la paz de Israel se asegura con la independencia palestina en los territorios que pertenecen a los palestinos. Por la vía paterna, la mayor parte de la familia de David fue exterminada en el holocausto nazi, pero los remanentes que habían emigrado a América Latina también pertenecieron al movimiento por la paz con los palestinos, por el respeto a los derechos de los palestinos.
Sin embargo, no será tan sencillo como parecía hasta ahora. La agenda de Oriente Próximo ha sido modificada radicalmente. Ya nadie podrá decirle a David que el factor que desestabiliza el Oriente Próximo es el problema palestino. La actual guerra del Golfo indicaría que el principal desestabilizador está en las fábricas de armas de la Unión Soviética, Francia, Alemania, Estados Unidos, y en los gobernantes de estos países que los protegen. Sólo así se entiende que con la única capacidad reconocida de producir petróleo, Irak pueda haberse convertido en una potencia militar, a pesar de que ningún país presionaba sobre sus fronteras, que su seguridad no estaba amenazada y que los 50.000 millones de dólares que gastó en este proyecto fueron acumulados sobre el hambre y la miseria del pueblo iraquí.
Será dificil que David crea en las letanías clásicas de la izquierda recitadora que proclama a Irak como el país víctima de una agresión imperialista.
Los marxistas gustan citar al gran Karl von Clausewitz, filósofo de las ciencias militares, comentarista de las variantes estratégicas, quizá el único prusiano en aceptar que la guerra forma parte minúscula de la ciencia política. Podría decirse que Clausewitz entendió hace dos siglos lo que Sadam Husein significa. Sostenía Clausewitz que el agresor es siempre un hombre de paz; un hombre que sólo aspira a invadir un territorio vecino, ocuparlo y evitar la guerra. Agregaba Clausewitz que quienes iniciaban la guerra en este caso eran las víctimas y los amigos de las víctimas.
Otro hecho relevante de la próxima posguerra será el de definir con quién y cómo se puede organizar la paz. Si realmente Sadam Husein fue el agresor, y el jefe de la Organización para la Liberación de Palestina apoyó desde un primer momento su agresión, será difícil volver a creer en Yasir Arafat como el auténtico representante del pueblo palestino. Con este pueblo se deberá hacer la paz, pero difícilmente podrá convenirse una coexistencia de complicado desarrollo con quien después de varios años de aceptar la existencia del Estado de Israel, de proclamar su apoyo a la seguridad de Israel, de mantener conversaciones con líderes políticos israelíes, se alinea con el primero que anuncia una cruzada para destruir a Israel. La posguerra del Golfo deberá producir una nueva generación de líderes palestinos no comprometidos con Sadam Husein ni con el terrorismo. Es quizá comprensible que las masas palestinas se alegraran cada vez que un misil caía sobre Tel Aviv, pero es imposible aceptar como negociadores de una paz a líderes que no saben pronunciarse contra la reacción instintiva de su pueblo si esa reacción va en detrimento de sus intereses verdaderos.
Me gustaría percibir cómo será la agenda de Oriente Próximo cuando David participe en los acontecimientos, cuando sea un protagonista más. David deberá defender sin piedad a su país y a su pueblo, sin olvidar los derechos del país y el pueblo palestinos.
En su excelente tratajo sobre la crisis del Golfo, el diplomático George Ball, opositor a la guerra en Vietnam cuando era subsecretario de Estado, establece una agenda para la posguerra. Si bien los voceros palestinos que defienden a Sadam Husein exigen una conferencia Internacional para resolver solamente el problema palestino, ha sido precisamente Husein quien ha puesto en claro, trágicamente, que el problema palestino no es el mayor de Iodos, y mucho menos el decisivo. Más aún, George Ball cree que si bien cada problema tiene una solución diferente, y cada solución una duración distinta, todos deben ser considerados y atacados al mismo tiempo. El diplomático imagina algo similar al Congreso de Viena de 1815, que debió organizar el caos creado en Europa, por el delirio napoleónico: no sólo tomó reaseguros contra un retorno del militarismo francés, sino que también se ocupó de la abolición de la esclavitud. En caso de una conferencia especial sobre Oriente Próximo, una simple lista indica los siguientes temas: problemas de fronteras entre Mauritania y Marruecos, Argelia y Marruecos, Libia y Egipto, Arabia Saudí y Yemen; la penetración de Libia en África a través de guerras regionales; el conflicto fronterizo entre Omán y los Emiratos Árabes Unidos; la ocupación de Líbano por parte de Siria; el futuro de dos millones de palestinos que no pueden constituir el Estado que les corresponde, y el de 20 millones de kurdos que, en territorio iraquí y turco, no sólo se les niega el derecho a un Estado, sino también al uso y enseñanza de su idioma. Y principalmente el control del ingreso de armas en un volumen tal que permitieron a Irak desencadenar dos sangrientas guerras en el término de una década.
La izquierda democrática ha hecho grandes esfuerzos en los últimos 20 años en estructurar una solución pacífica en Oriente Próximo. Todos sus líderes europeos participaron activamente. En Israel lo hicieron con enormes dificultades, soportando terribles provocaciones de los palestinos que creen en el terrorismo y de la derecha israelí. Tuve que soportar muchas veces esas agresiones e injustas acusaciones por libros y artículos defendiendo el derecho de los palestinos a un Estado. No sé si las ideas que he esgrimido durante medio siglo podrán ayudar a David a mantener el equilibrio emocional y aplicar racionalidad en el análisis del dificil problema de su supervivencia. Quizá le sirva una advertencia hecha por el filósofo y sociólogo Michael Walzer, viejo colega en el movimiento pacifista judío desde su residencia en el Institute for Advanced Study en Princeton. Dijo recientemente Walzer: "Lo que me preocupa de la gente de la izquierda es que, queriendo tan profundamente vivir en un mundo donde la guerra debería ser innecesaria, creen que ya viven en ese mundo. Pero Sadam Husein no es un residente más de ese mundo".
es escritor y periodista argentino.
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