El vandalismo ciudadano costó 500 millones en 1990
La reparación del mobiliario urbano que fue objeto de actos vandálicos en 1990 en las calles de Madrid supuso al Ayuntamiento y a la Compañía Telefónica del orden de los 500 millones de pesetas. Telefónica invirtió 172 millones en reparar los 30.000 atentados sufridos en sus instalaciones, principalmente cabinas. Farolas, relojes y pantallas electrónicas son los elementos más castigados por el vandalismo.
Los usuarios de la zona centro de Madrid y los de los municipios de Alcorcón, Móstoles, Fuenlabrada, Getafe, Leganés y Alcalá son los que, en proporción, tienen más posibilidades de encontrarse con la desoladora imagen de una cabina telefónica sin teléfono, sin auricular o incluso sin caja, cuando no con los cristales rotos o pintarrajeados.Según Telefónica, en 1990 han aumentado en 10.000 los atentados a cabinas, en comparación con 1889. A lo largo del pasado año se cometieron 30.000 actos vandálicos contra instalaciones telefónicas. Reparar tales daños costó algo más de 172 millones de pesetas. En 1988, el salvajismo humano obligó a Telefónica a reparar en 20.000 ocasiones cabinas destrozadas.
Las farolas de zonas ajardinadas y los puntos de luz de los paso subterráneos, en concreto los que hay en el paseo de Extremadura, figuran entre los materiales más atenazados por los desaprensivos. El Ayuntamiento, harto ya de reponer cristales y bombillas, está estudiando proteger con rejillas capaces de soportar los golpes más contundentes los puntos de luz de las zonas más conflictivas, según el jefe del Departamento municipal de Alumbrado, Alfonso Marcos.
Marcos calcula en unos 10 millones el coste anual de las reparaciones, y afirma que "las bandas juveniles, refugiadas en la habitual soledad nocturna de los parques, son las que que más se emplean en destrozar las farolas públicas",
Marquesinas de Chamartín
Salvo casos personales aislados de obcecación irracional por fracturar, por ejemplo, una marquesina de autobús, gran parte de los actos vandálicos -al menos los más destructivos y costosos- se cometen bajo el anonimato que proporcionan las manifestaciones, comenta Rafael Calvo, jefe del Departamento de Mobiliario Urbano. "A una banda de desaprensivos le dio el año pasado, en Chamartín, por romper las lunas de las marquesinas que encontraban a su paso. Hubo días en que fracturaron hasta 30'', señala. Cemusa, empresa responsable de su conservación, no daba abasto a reponer las lunas. La broma costó 15 millones.
La empresa adjudicatarla del servicio municipal de conservación de papeleras, Plasticomnuim, repone diariamente unas cien de las 40.000 papeleras instaladas en las calles, lo que le ha obligado a suscribir un contrato de seguro. Cada papelera, la mayoría de plástico, cuesta unas 3.500 pesetas.
Aunque por estar colocados en alto resulta más dificil romper alguno de los 300 relojes callejeros, éstos, lo mismo que las pantallas electrónicas, también son objeto del salvajismo. "El vandalismo puro se produce con más frecuencia en situaciones coyunturales, como las manifestaciones, que es cuando la gente o rompe o pintarrajea lo que encuentra", argumenta Calvo.
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