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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Culta, ávida, distante

MARÍA ZAMBRANO salió de España en enero de 1939. Su obra padecería durante décadas un desconocimiento particularmente monumental dentro de la ignorancia y el desdén que padecieron tantos exiliados. El exilio persistió en ella más de lo que las circunstancias históricas le impusieron, hasta el punto de que pareció que nunca regresaría. Sin embargo, en 1984 volvió definitivamente. En 1988 sería la primera mujer en recibir el Premio Cervantes. Muy estimada en el interior por un selecto grupo de intelectuales de generaciones posteriores a la suya, el desconocimiento de la obra de María Zambrano restó al pensamiento español, y en épocas de penuria en que más necesitado estaba, de una contribución original.Tradicionalmente considerada discípula de Ortega, a quien glosó y citó con persistencia, María Zambrano fue una filósofa prolífica con voz y pensamiento propios. Su estilo distingue inmediatamente su infatigable pesquisa en torno a la filosofía y a la poética. Los títulos de dos libros suyos, publicados ambos en 1939, Pensamiento y poesía en la vida española y Filosofía y poesía, representan emblemáticamente las preocupaciones de su quehacer literario. Esta línea de coherencia fue creciendo sin romperse. En los dos ensayos que en 1982 acabaron reunidos bajo el título de La España de Galdós traza una visión peculiar de la obra quijotesca y de la galdosiana alrededor de "la sed de ser" y de "la avidez de la realidad", a través de dos cumbres de la novelística española.

En ocasiones inquisitiva y cáustica, mantuvo una ejemplar independencia en años en que fueron escasas las mujeres a las que no amilanó la prepotencia, social e intelectual, del hombre. Desde sus colaboraciones en revistas (por ejemplo, en Las Españas, de México, o en Litoral, de su tierra natal malagueña) hasta cualquiera de sus últimos libros, la filósofa María Zambrano no descuidó la ventaja de información y actualización cultural con la que el exilio compensó a quienes lo sufrieron. Culta, ávida y sedienta, minoritaria y distante, María Zambrano deja una obra que, como en España demasiadas veces ha sucedido, tardó en conocerse y quizá sólo póstumamente será estimada en su justo valor.

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