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Juan Pablo II pidió a Sadam y Bush ahorrasen al mundo los horrores de un conflicto

Juan Arias

El papa Juan Pablo II había enviado horas antes del ataque contra Bagdad una carta personal al presidente de Estados Unidos, George Bush, recordándole que la guerra no iba a resolver sino a agravar el problema del Golfo, pidiéndole al mismo tiempo que no tuviera prisa en abrir las ofensivas militares. El Papa había enviado también otra carta a Sadam Husein pidiéndole un gesto de generosidad. Sadam no respondió al Papa. Lo hizo Bush afirmando que también a él como al Papa le preocupaba la guerra y que había hecho muy bien Juan Pablo II en pedirle a Sadam que liberara Kuwait.

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El ministro de Asuntos Exteriores italiano Gianni De Michelis fue informado desde Washington de que iba a empezar la guerra contra Irak 50 minutos antes de que empezara el primer ataque aéreo. De Michelis despertó enseguida al Jefe del Estado Francesco Cossiga quien desde su piso romano se dirigió inmediatamente al Palacio del Quirinal.También fue levantado de la cama el Papa Juan Pablo II quien, tras haberse recogido en oración, pasó toda la noche siguiendo desde su despacho los informativos de la RAI-TV. El mismo Vaticano estaba ayer tarde convencido que por lo menos en algunos días el presidente norteamericano, por deferencia a la llamada del Papa, no habría desencadenado la guerra antes de dejar tiempo a Sadam para que pudiera responder al Papa quien estaba dispuesto a ofrecerse como mediador si se lo hubieran pedido.

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Ayer los tres canales de la RAI-TV mantuvieron sus redacciones movilizadas durante toda la noche. El Parlamento italiano se reunirá de nuevo esta mañana para analizar la crisis desencadenada en el Golfo.

En la carta enviada a Bush, Juan Pablo II afirmaba que "siente el urgente deber" de dirigirse a él, como "jefe de la nación más involucrada en el conflicto", para recordarle que "la guerra no puede resolver adecuadamente los problemas internacionales" y que a pesar de que con ella "pudiera solucionarse momentáneamente una situación de injusticia", en realidad las consecuencias que se derivarían de un conflicto armado en el Golfo "podrían ser devastadoras y trágicas". Y añade: "No podemos pretender que el uso de las armas, y en especial de las altamente avanzadas, como las actuales, nos procuraría, además de sufrimiento y destrucción, nuevas y aún mayores injusticias".

Casi en el mismo tono se dirigió el Pontífice al presidente de Irak, Sadam Husein, a quien pidió que "dé un paso que suponga la apertura del un camino hacia la paz". Y como ya había dicho el domingo pasado, el Papa manifiesta a Sadam que la buena disposición por su parte "no podría acarrearle más que el honor frente al amado país, a la región y al mundo entero". Y le asegura que reza a Dios para que "en estas horas dramáticas lo ilumine y le conceda la fuerza para hacer un gesto generoso que evite la guerra".

El Papa Juan Pablo II vuelve a insistir que ello supondría "un gran paso ante la historia porque supondrá una victoria de la justicia internacional y el triunfo de esa paz a la que aspiran todos los pueblos de buena voluntad". Más tarde, Juan Pablo II celebró una misa en su capilla privada a las seis en punto de la mañana, hora europea en la que expiraba el ultimátum.

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