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EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

70 españoles evacuados de Arabia Saudí llegan a Madrid en dos aviones

Enric González

Mañana es 15 de enero y en Arabia Saudí empieza a percibirse el miedo. Un miedo tan fatalista como la despreocupación de hace muy pocos días. "Estarnos en manos de Alá", repiten los saudíes. Hasta ahora, Alá era el dios protector. La Embajada de España en Riad fletó ayer dos aviones para evacuar del país a la colonia española. Sólo 70 ciudadanos optaron por marcharse y fueron recibidos ayer por sus familiares en Barajas. Unos 200 decidieron permanecer aquí.

La llegada de la lluvia, el frío tras las nieblas invernales y la inminencia del 15 de enero parecen haber ensombrecido, sin embargo, el talante del dios que decidirá según los musulmanes si descarga o no sobre los hombres el azote de la guerra. El ritual prebélico prosigue."Yo creo que habrá guerra. Si no, no me iría". Antonio Lara, arquitecto, autor del proyecto del Palacio de Justicia en Riad, vive en Arabia Saudí desde hace ocho años y trabaja para la constructora francesa Tumez. Fue uno de los 45 españoles que se concentraron poco antes de las seis de la mañana en el edificio de la Embajada para marchar desde allí al aeropuerto de Riad, donde esperaba un avión de Presidencia del Gobierno. A la misma hora, otro grupo de 25 personas acudía al aeropuerto de Yedda para embarcar en un avión Hércules del Ministerio de Defensa.

Ambos aparatos se dirigieron en primer lugar hacia El Cairo, desde donde reemprendieron viaje hacia Madrid. El Boeing 707, con 45 pasajeros desde Riad, tomó tierra en Madrid a las 15.30 de ayer. El Hércules C 130 procedente de Yedda tenía previsto hacer lo propio pasadas las 10.30 de la noche.

El embajador, José Luis Xifrá, esperaba a los españoles a la puerta de la Embajada en Riad, resguardado de la lluvia y el frío con un paraguas, una boina y un abrigo. En el interior del edificio el ambiente era tranquilo. La mayor parte de los evacuados consideraba que "la guerra no es segura, pero es mejor marcharse por si acaso". Todos pensaban volver. Algunos, como el arquitecto Lara, "dentro de 10 días, si se han aclarado las cosas, o más tarde, si hay guerra. Cuando haya terminado".

Máscaras para niños

Miguel Sánchez, un ingeniero de Sagunto que trabaja desde hace años en Arabia Saudí, pensaba aprovechar la evacuación "para hacer un viaje de negocios a Italia y Grecia y luego regresar". Sánchez, que dirige una fábrica textil en Dammán, cerca de la frontera kuwaití, confía en que "no haya guerra, aunque las cosas se han puesto muy feas".

Entre los evacuados de ayer Figuraban cinco niños de muy corta edad. Saskia, de un año, constipada y con fiebre, miraba atenta el inusitado movimiento a su alrededor y apoyaba la cabeza contra el hombro de su madre, Dulce Pacheco, una de las cinco empleadas de la Embajada que abandonaban el país. Joana Santalucía, secretaria del embajador, embarazada de seis meses, dejaba también Arabia Saudí junto a sus dos hijos. Su marido, un tunecino, había decidido quedarse y seguir con su trabajo. Joana, de I'Hospitalet de Llobregat (Barcelona), también se iba por si acaso: "No hay máscaras antigás para los niños".

A última hora fallaron varios de los previamente inscritos en los vuelos. El embajador calculaba que quedan aproximadamente 200 ciudadanos españoles en Arabia Saudí. En la provincia oriental, fronteriza con Kuwait, hay sólo ocho españoles, de los que siete son periodistas.

Cientos de automóviles saudíes abandonaban ayer la provincia oriental por la autopista que lleva a Riad y Yedda. Coches con la baca repleta de enseres se cruzaban con larguísimos convoyes militares entre una espesa niebla. En el aeropuerto de Dahran había aglomeraciones. La normalidad que hasta ahora se había mantenido en ciudades como Dammán, Dahran, Al Jobar, ha empezado a quebrarse. Hay miedo. Se acerca el 15 de enero y Sadam Husein no se ha retirado de Kuwait. Se ha evaporado la profunda convicción saudí de que el presidente iraquí evitaría que el peligro de guerra llegara a ser inminente. Ahora ya lo es. Pero los que huyen son minoría. "Estamos en manos de Alá", suspiran los que se quedan.

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