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NECROLÓGICAS

Luis Antón, violinista

Ayer fue enterrado en Madrid el violonista Luis Antón (Bilbao, 21 de junio de 1906), una de las grandes figuras de nuestro sinfonismo y de la pedagogía violonística española. Después de iniciar sus estudios en la capital vizcaína con Cissorio y con el belga Marsik, los continuó en Madrid bajo la dirección de Fernández Bordas para ampliarlos en París con Reiny y Thibaud.Fue concertino de la Orquesta Filarmónica desde su fundación por Pérez Casas en 1915, y cultivó con maestría los géneros de cámnara en el cuarteto AMIS (anagrama de Antón, Meroño, Iglesias y Santos), con el que estrenó, poco antes de la guerra civil, el Cuarteto en sol, de Guridi. Desde 1940 formó en la Agrupación Nacional de Música de Cámara, con la que dio casi 4.000 conciertos por toda España y el extranjero, incluidos los ciclos completos de Beethoven, Schumann y Brahms y el estreno de muchas obras de autores españoles como Conrado del Campo, Julio Gómez, Muñoz Molleda, Rodríguez Albert, Moreno Buendía, Dúo Vital, Francisco Escudero, José María Franco, Ángel Martín Pompey, Gerardo Gombau y Cristóbal Halffter.

También desde su fundación, la Orquesta Nacional tuvo en su cabecera a Luis Antón, mientras enseñaba, desde 1943, en el Real Conservatorio y en el colegio nacional de ciegos integrado después en la ONCE. Deja escrito un trabajo sobre Técnica y estilo violinistico en las obras maestras que el encargó la Fundación March. Antón, que obtuvo grandes triunfos como solista, era un profesional concienzudo. Sus lecciones, su presencia en un cuarteto o en una orquesta, garantizaban una tónica de seriedad no exenta de componentes líricos que el músico desaparecido sabía contener para no pecar por exceso o para librarse del menor amaneramiento estilístico.

Citar a los discípulos de Luis Antón equivaldría a repasar muchos nombres conocidos que, a lo largo de los años, han hecho y hacen música como solistas, cuartetistas o profesores de orquesta. Premio Sarasate en 1929, Antón tuvo honores y condecoraciones que jamás buscó, pues no sabía qué era ni en qué consistía la vanidad, lo que otorga a la memoria que de él guardamos mayor autenticidad y grandeza.

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