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GENTE

Pilar Coll

Misionera laica que lucha en Perú por los derechos humanos

"Mejor que nos lo den antes de que nos maten", dice Pilar Coll, misionera laica de 61 años que permanece en Perú desde 1967, tras recibir hace unos días, de manos de los magistrados Perfecto Andrés y José Antonio Martín Pallín, el Premio Internacional Derechos Humanos 1990, concedido por la Asociación Pro Derechos Humanos de España.Pilar Coll destaca el valor colectivo del premio recibido por ella en nombre de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos de Perú, que agrupa a 34 organizaciones empeñadas en denunciar la violencia política que proviene tanto del Estado como de grupos armados como Sendero Luminoso. "No hacemos el juego a la subversión, pero el Estado es el responsable de garantizar la seguridad ciudadana", explica Coll. Ante las 500 muertes violentas al mes, que suman ya más de 20.000 víctimas, y la continuidad de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones, "es normal", afirma, "que seamos incómodos al poder".

Nacida en Huesca, adonde ahora ha viajado durante unos días de descanso, Pilar Coll es licenciada en Derecho y desde que llegó a Perú, a los 38 años, su dedicación casi exclusiva han sido los derechos humanos, ahora como secretaria ejecutiva de la coordinadora y antes mediante su trabajo voluntario en las cárceles -"sobre todo con presos políticos", apunta- o en la enseñanza entre las comunidades populares de su barrio, el de El Agustino, uno de los más pobres de Lima.

Entre los muchos momentos tensos vividos por esta mujer menuda y voluntariosa, Coll recuerda la matanza de los penales en 1986, "cuando los militares y la policía mataron a 249 presos que ya se habían rendido tras un motín". Equilibrada incluso en sus recuerdos, evoca horrorizada la muerte, en 1990, a manos de los seguidores de Sendero Luminoso, de una religlosa de 70 años que se dedicaba a enseñar a cocinar a unas niñas de la selva. "A la monjita le faltaba un limón para su receta, y cuando salió a buscarlo encontró la muerte", relata Coll.

A Pilar Coll la detuvieron hace ya tiempo, cuando viajaba a Ayacucho a investigar la matanza de Cayara. Tras permanecer 30 horas detenida, ante numerosos policías borrachos que apuntaban cpri sus pistolas a la frente de algunos detenidos, Coll logró avisar a Lima y evitar el riesgo de desaparición. "Temíamos", dice, "que nos llevaran al cuartel de los Cabitos, de donde nunca se sale".

Confiesa que no la maltrataron, pero le entristece recordar el motivo de la detención: "Presunta vinculación con el partido comunista de Sendero Luminoso". Coll asegura con firmeza que la justicia no representa apenas control para estos desmanes, "porque es muy deficiente y corrupta; los magistrados tienen muy poca credibilidad", lamenta.

Pascual Sala, presidente del

Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, bromeó hace unos días cuando vio la Agenda de la Justicia 1991, editada por la Asociación Jueces para la Democracia y que contiene desde jurisprudencia y legislación básica actualizada hasta reproducciones artísticas y literarias alusivas a la justicia. "Con esta agenda ya no es preciso haber estudiado la carrera de Derecho", dijo Sala, sonriente. La presentación se produjo en un ambiente de cordialidad y mutuas felicitaciones navideñas. Asistieron al encuentro vocales del Consejo como Juan Alberto Relloch y María Teresa Fernández de la Vega, y candidatos que no resultaron elegidos, como la juez Manuela Carmena.

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