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EL ORO DEL GRAN SUR

Del Ebro al Senegal

ANA CAMACHO Las dunas del Sáhara han puesto en jaque las antiguas ciudades caravaneras del sur de Mauritania. El rápido avance del desierto -a una velocidad de 12 kilómetros al año-, la sequía y la agonía del sistema de vida nómada amenaza con enterrar bajo las arenas los restos de los míticos puertos del tráfico transahariano. Walata, situada a más de 1.000 kilómetros al este de Nuakchot, la capital del país, es un ejemplo de esta siniestra revancha del desierto. Las dunas han casi engullido ya su antiguo zoco, la mezquita y algunos de sus barrios más antiguos. Un plan de cooperación español se ha puesto en marcha para restaurar el valioso contenido de sus bibliotecas y asegurar la supervivencia del arte decorativo de sus edificios, único en todo el ámbito sahariano. El proyecto se inscribe en las numerosas actividades de Al Ándalus 92, cuyo objetivo es recordar y profundizar los aspectos culturales y políticos que durante la Edad Media mantuvieron estrechamente ligadas la España musulmana andalusí y esta remota zona de África.

Fue en un mapa mallorquín del siglo XIV donde apareció por primera vez en el mundo occidental el nombre de Walata. Entonces, sus calles y sus zocos bullían de actividad. Situada en la que entonces era la frontera entre las últimas arenas del desierto y el inicio del sahel subsaháriano, pocos puertos de la ruta transahariana podían competir con su actividad comercial. Al ritmo de intensos intercambios, sus edificios iban robando te reno a las arenas del desierto.

La clave de esta prosperidad era la proximidad de Walata a los ricos yacimientos de oro de los reinos africanos, que hasta el descubrimiento de América alimentaron los mecanismos financieros europeos. "A lo largo de la ruta del oro, generalmente coincidiendo con puntos de agua, fueron surgiendo ciudades como Walata; su función era la de muelles donde se abastecían las caravanas y se almacenaban las mercadurías", explica José Corral, de la Secretaría de Estado de Universidades y profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid que, desde hace años, se ha entregado al estudio de las antiguas ciudades mauritanas.

El poder de los Omeyas

"Este tráfico tuvo un significado especial para Al Ándalus, pues el control de la ruta caravanera del oeste por parte del califato de Córdoba fue la clave de la hegemonía económica de los Omeyas que pudieron acunar su propia moneda de oro", dice Corral al subrayar cómo esta ventajosa situación- económica alcanzó su auge con el estallido, en las entrañas del desierto mauritano, del movimiento almorávide, que en el siglo XI, puso bajo un solo poder los territorios comprendidos entre el río Ebro y el curso del Senegal.

"Los dinares de las cecas andalusíes eran muy bien aceptados y cotizados por los reinos cristianos de la península desde donde este oro fluía al resto de Europa", explica Corral. "El poder de circulación de los dinares fue tal que en 1962 volvieron a aparecer entre las ruinas de la ciudad mauritana de Awdagast unas seis monedas acuñadas en cecas andalusíes durante el siglo XIF', añade.

El oro no fue el único punto de contacto entre Al Ándalus y el gran Sur. Toledo, Granada, Córdoba y Sevilla fueron los puntos de referencia espirituales y culturales, incluso de los reyes negros del legendario reino de Gana, que ocupó parte del actual territorio mauritano.

Así se explican los esfuerzos desplegados por uno de estos monarcas africanos, relatados por el geógrafo cordobés Abu Ubayd al Bakri, para que el príncipe de los creyentes, el califa Omeya de Córdoba, le invistiera con los atributos reales del sello, la espada y el Corán. 0 el hallazgo en Gao, en el actual Mafi, de estelas funerarias de mármol talladas en la Almería almorávide, o la influencia en las mezquitas y universidades de la mítica Tombuctú -a unos 400 kilómetros de Walata-, de arquitectos andalusíes como el granadino Abu Ishak al Sahili al que el rey Mansa Musa, en el siglo XIV, logró atraer hasta allí a su regreso de la peregrinación de La Meca. Un viaje legendario que quedó reseñado en las crónicas de la época debido a que las limosnas y gastos de su numeroso séquito fueron tan fastuosas que provocaron una caída de los precios del oro en los mercados orientales.

El arte de las mujeres

Fue en Walata, sin embargo, donde este ansia por importar lo más representativo de la cultura de su tiempo produjo un arte ornamental único en toda la región. 'Tos comerciantes norteafricanos que se asentaron en la ciudad por razones comerciales intentaron recrear, con los medios a su alcance, el arte de las ciudades que admiraban y anoraban", explica Corral al relatar el proceso por el que Walata se convirtió en una de las islas culturales del Sáhara.

"Los walatíes no tenían mano de obra cualificada ni materiales para reproducir las decoraciones a base de mármoles, yeserías o alicatados que embellecían los palacios de Medina Zahara, la mezquita de Córdoba o la Alhambra; las mujeres tomaron la iniciativa y suplieron con los medios a su alcance estas carencias", explica el estudioso. "Con pigmentos extraídos de canteras locales, lograron reproducir los motivos geométricos y florales de los modelos originales a base de esgrafiados y pinturas con los que embellecieron los muros y puertas de sus casas", añade. Durante siglos, estas artífices, con el rostro cubierto por el velo, se entregaron a su arte utilizando como pinceles sus dedos embadurnados en ocres y tintes rojos. "Su adaptación local de los repertorios formales tradicionales adquirió una mayor estilización", explica el profesor, quien sostiene cómo, a pesar de ello, es posible identificar el parentesco entre los rosetones, palmas, palmetas y lotos andalusíes y los motivos walatíes, denominados hoy con sugerentes nombres de alusión antropomórfica como vientre de mujer, madre de las caderas o chica con trenzas.

"La sequía y el éxodo de la población a las grandes ciudades son la principal amenaza para el arte ornamental walatí; por ello, el plan de cooperación español ha considerado que tan importante para su supervivencia es la restauración de algunos edificios como la mejora del nivel de vida de sus habitantes", dice Alonso Burón, director del Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe (ICMA), al explicar cómo este proyecto integral incluye la creación de nuevos sistemas de riego y el establecimiento de un puesto sanitario ambulante.

Manuscritos muy cotizados

Pero el aspecto más llamativo de este plan es el capítulo referente a la restauración de los 60.000 manuscritos que aún se conservan, entre ellos los de las bibliotecas privadas de Walata. Llegaron a la ciudad a bordo de las caravanas que acudían allí con la sal sahariana -escasa en el Sur- y los productos mediterráneos que servían como moneda de cambio al oro y los esclavos. "El libro fue el vínculo que conectó los inaccesibles enclaves del desierto con el mundo exterior; las ansias de estar al día de los mauritanos los convirtieron en un artículo muy demandado a pesar de sus altos precios", dice José Pérez Lázaro, arabista y secretario general del ICMA.

'Los mauritanos aprovechaban cualquier ocasión para importar obras; en sus viajes de peregrinación a La Meca, por ejemplo, hacían escala en El Cairo o se desviaban a Bagdad, los grandes centros culturales de la época, para comprar libros y escuchar a los maestros de la filosofía, literatura y teología, procedentes de los diversos puntos del mundo musulmán", explica. "A su regreso a Mauritania, las nuevas obras eran copiadas en papel por sabios que a cambio de ello recibían un sustancioso precio en camellos", añade.

Así se fueron acumulando en las ciudades caravaneras de la actual Mauritania textos notariales, comentarios lingüísticos, copias de obras de los siglos XIII, XIV y XV de autores orientales y occidentales, entre los que hay numerosas obras andalusíes o textos poéticos autóctonos, que durante los siglos XVII, XVIII y XIX dieron a Walata el título de ciudad de los mil poetas.

Entre estas maltrechas reliquias del pasado, un manuscrito simboliza de forma solemne el intercambio cultural entre la España musulmana y el inaccesible Sur: en el texto fundacional de Walata, se legitima la propiedad de los terrenos de la ciudad según juristas de Algeciras y Jaén. Al igual que los demás textos este manuscrito se guardará, a salvo del deterioro y el olvido, en el edificio que Al Andalus 92 ha restaurado en Walata para biblioteca.

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