El triunfo de la avaricia
En la sala de lecturas de la Morgan Library hay una tela del siglo XVI llamada el Triunfo de la avaricia. En el lienzo, la Avaricia, con apariencia de mujer y alas de dragón, sale del infierno con un montón de monedas de oro en las manos mientras en primer plano la contemplan el rey Midas, con orejas de burro, y el mítico Tántalo, condenado a buscar agua eternamente. Cuentan que el propio J. P. Morgan adornó personalmente las paredes con este cuadro para expiar sus pecados de banquero y, mecenas en el más puro estilo Rockefeller. A pesar de todo, el dolor estético no puede ahogar la mala conciencia de quienes manejan las tesorerías bancarias y abundan sus arcas con los altos tipos de interés. Los bolsistas centraron ayer el origen de todos los males en el alto precio del dinero, que anula la posibilidad de descontar con anticipación las buenas oportunidades de compra en los mercados de acciones. Se llegó a decir que por cada punto que bajara el tipo de interés la rentabilidad bursátil media aumentaría el 7%. Es una forma exculpatoria de ir cerrando un ano que langidece a base e aplicaciones o de apelar a la vuelta del mercado a crédito. "¡Bellísimo crédito!, fundamento de la sociedad moderna", escribió Mark Twain.
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