Paz en el Golfo, guerra en la OPEP
La solución pacífica de la anexión de Kuwait será un foco de tensiones en el cartel petrolero
Una solución pacífica en el conflicto del Golfo, que introduciría una razonable estabilidad en los mercados internacionales, provocaría casi con toda certeza un auténtico terremoto en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). La paz en Kuwait obligará al cartel petrolero a volver a las cuotas de producción acordadas en julio, y países como Arabia Saudí, Venezuela y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) deberán reducir sus actuales sobreproducciones, con las que están compensando el parón productivo de Irak y Kuwait.
El conflicto del Golfo Pérsico ha servido para demostrar que los países de la OPEP tienen una capacidad de aumentar su producción superior a la imaginada (ver cuadro adjunto). Algo que en principio debe interpretarse como una virtud, esconde el que se ha venido convirtiendo en el mayor defecto y mayor foco de conflictos del grupo petrolífero: la facilidad para producir por encima de las cuotas nacionales.La pacificación del Golfo se convertirá en una guerra interna en la OPEP. En la 88ª conferencia celebrada el miércoles y jueves pasados en Viena, el grupo se obligó, para cuando estalle la paz, a volver a aplicar las cuotas nacionales acordadas en julio y a respetar el techo conjunto de producción de 22,5 millones de barriles diarios -acordado también en julio-. No faltan expertos que aseguran que países como Arabia Saudí o Emiratos difícilmente aceptarán volver a su cuota, amparándose en los gastos que les está ocasionando el despliegue contra Irak en nombre de la libertad de Kuwait.
La reconstrucción
El mismo Kuwait, por boca de su ministro del petróleo, Rasheed al Ameeri, ya ha adelantado en Viena que su país exigirá recibir un trato especial para financiar su reconstrucción económica, aludiendo al precedente sentado años atrás por la guerra entre Irán e Irak. Kuwait espera volver a exportar crudo "unas sernanas" después de que Irak abandone el emirato, según Al Ameeri, unas espectativas que los expertos dudan de que se puedan cumplir si es cierto que Sadam ha desmantelado la infraestructura industrial kuwaití.Otros, como Venezuela, alegarán las importantes inversiones destinadas en los últimos meses para aumentar su producción, un aumento realizado no sólo en beneficio propio, sino para ahuyentar de los mercados el fantasma de la escasez provocado por el bloqueo económico de EE UU y sus aliados a Irak y el anexionado Kuwait. Pero la crisis del Golfo ha servido también para dejar patente que esos mismos mercados se guían más por los factores políticos que por los estrictamente petroleros. La superpoducción actual no ha evitado que en momentos puntuales el precio del barril superara la barrera de los 40 dólares.
La paz en el Golfo volverá a dar la palabra al mercado, que entonces sí se fijará en los aspectos meramente petrolíferos: superabundancia de oferta, no sólo por los altos niveles de producción actual -a los que se sumaría el petróleo procedente de Irak y, más adelante, el del Kuwait reconstruido- sino también por la salida al mercado de los enormes excedentes acumulados por occidente, ya sea en tierra o en los tanques marítimos.
Irán quizá porque no ha podido aprovechar la crisis del Golfo para aumentar su producción, ha intentado en Viena empezar a poner remedio a todo eso. Sus iniciativas a favor de moderar desde ahora la producción para evitar una brusca caída del precio del barril cuando llegue la paz, han caído en saco roto. Un saco roto tanto por los enormes beneficios que está provocando un alto precio del petróleo en momentos de grandes ventas, como por un matiz político de alto interés: ¿es coherente que Arabia Saudí y Emiratos, dos de los principales sobreproductores, den por sentado hoy que habrá paz en el Golfo mañana, cuando al mismo tiempo forman parte de la inmensa maquinaria política que amenaza a Sadam Hussein con una intervención militar si no abandona Kuwait?
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