Vacíos y silencios
LOS RECIENTES éxitos de la lucha antidroga en España, y muy particularmente el gran sumario contra el narcotráfico que tiene entre manos el juez Garzón, no deben hacer olvidar los largos años de silencios y desmentidas oficiales que les precedieron. Se trata, precisamente, de los años en que el negocio multimillonario del tráfico de cocaína se estableció y asentó en nuestro país y sin los cuales resultaría dificil explicar la actual expansión de este criminal negocio.Es sabido que el primer gran cartel de la droga se crea en la ciudad colombiana de Medellín hacia 1981 y que esa poderosa organización planteó su primer órdago al Estado colombiano en abril de 1984, con el asesinato del ministro de Justicia José Lara Bonilla. Por entonces, Jorge Luis Ochoa, gran figura del cartel de Medellín, y Gilberto Rodríguez Orejuela, prócer del cartel de Cali, residían en Madrid, ciertamente con nombres supuestos, pero con un tren de vida suficientemente ostentoso como para descartar cualquier duda acerca de si habían elegido al azar su domicilio. Ahora, más de un lustro después, se descubre que Juan Ramón Matta Ballesteros, hombre clave de la organización de Ochoa, llevaba varios años viviendo en Madrid, donde situó el centro de sus negocios de drogas, que dirigía a distancia. Todo ello, con conocimiento de las autoridades españolas, que le descubrieron, siguieron y grabaron sus conversaciones. Esas grabaciones son precisamente la prueba fundamental contra Matta en un tercer juicio al que el narcotraficante hondureño está siendo sometido, por estas fechas, en Estados Unidos.
Si la entrega que hizo la justicia española de Ochoa y Orejuela a Colombia, y no a EE UU, puede ser vista en el tiempo como una burla al Estado español por parte de una banda de delincuentes, la peripecia española de Matta sigue planteando numerosos interrogantes: ¿incapacidad?, ¿tolerancia?, ¿cohecho? La respuesta más clara remite al dato de que, pese a tanto derroche retórico, la lucha antidroga no fue una prioridad en los años ochenta para ningún Gobierno europeo, ni tampoco para el de EE UU. La expansión del tráfico de cocaína coincide en el tiempo con el desarrollo del conflicto centroamericano, y hay suficientes datos sobre la relación contra nicaragüense-drogas como para afirmar que la aplicación de la ley cedió, por fuerza, a intereses políticos.
En lo que se refiere a España es evidente que, si han existido lagunas y fallos en la valoración del fenómeno, han tenido que darse también las conductas que, desde el interés o la inconsciencia, han contribuido al desarrollo de un problema de alta delincuencia que ahora está exigiendo ingentes recursos económicos y humanos. La sociedad tiene derecho a que se precisen responsabilidades y se disipe el sarcasmo de que Matta Ballesteros haya sido procesado en España como consecuencia de la Operación Nécora, muchos años después de que se descubrieran sus actividades y cuando ya está condenado y encarcelado en EE UU.
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