La noche americana
La madrugada del sábado compite en atascos con las horas punta
Los directores de cine consiguen crear en pleno día, cuando más calienta el sol, el efecto de una suave y nocturna luz de luna. El milagro se conoce con el nombre de noche americana y se da a la inversa todos los fines de semana en las zonas más céntricas de la capital. Lo consiguen crear los miles de conductores que viven atascos similares a los de las ocho de la mañana de un lunes. Todo en el lote: pitidos, voces, carreras, frenazos y arranques ruidosos. Y a partir de las tres se abre el goteo de accidentes y controles de alcoholemia.
A esa hora, en las inmediaciones de la plaza de Santa Bárbara todas las calles están plagadas de coches en doble fila. Es difícil aparcar en un sitio sin clavar el coche en doble fila. En esa zona confluyen muchos bares y ambientes distintos. Al lado de Pachá o de Hanoi, se encuentran Vaivén, Impacto y Chatarra, locales menos rigurosos a la hora de aceptar clientela. El resultado es un cóctel llamativo de automóviles dando vueltas para buscar aparcamientos que improvisan rudas melodías de claxon cada vez que los tapones se prolongan más de lo debido. Los vecinos nuncan asoman su cabeza por las ventanas para ofrecer su versión sobre los conciertos. Saben que dura poco y la experiencia les dice que su opinión no supondrá ningún condicionante para los conductores.Media hora más tarde es muy probable que Alonso Martínez sea uno de los barrios más apacibles de Madrid. Habrá sitio para aparcar y no se escucharán más ruidos que los de cualquier noche de un día laborable.
El relevo lo habrán tomado la calle de Malasaña, Gran Vía o las inmediaciones de la calle de Huertas. Allí se habrá desplazado la noche americana con todos los ingredientes del escenario.
La hora negra
Los propietarios de las cien grúas piratas que patrullan los fines de semanas por las calles de la capital conocen muy bien cuál es la hora negra. A partir de las tres de la madrugada, los niños suelen cambiar de bares y discotecas, hay carreras, frenazos y pases de semáforo.Ellos esperan apostados en plazas y calles bien comunicadas de la ciudad. Escuchan con un escáner los mensajes internos de la policía y se precipitan a 80 kilómetros por hora sobre el lugar del siniestro para llegar muchas veces antes que los agentes de la policía. El resultado de las 39 colisiones que se produjeron en la madrugada de este fin de semana fue bueno: 18 heridos graves, 12 leves y ningún muerto. La Policía Municipal realizó nueve pruebas de alcoholemia, de las que seis resultaron positivas.
El paseo de la Castellana acapara con mucha diferencia sobre el resto de la calle -con el permiso de la autovía M-30- el primer puesto en el número de accidentes nocturnos. Los policías se apresuran a sacar el globo de las pruebas de alcohol cada vez que ven un accidente, salvo en ocasiones, como una del pasado viernes, en que los dos conductores accidentados llegaron a un acuerdo para sufragar los gastos.
Las otras grúas, las municipales, no suelen actuar por la noche. De todas formas, en las inmediaciones de discotecas como Pachá nunca se va a ver una grúa municipal levantando un Porsche. Para eso tiene contratados la discoteca a varios jóvenes que a un ritmo frenético se apresuran a aparcar y desplazar los lujosos automóviles de sus clientes.
Las grúas municipales tampoco suelen hacer acto de presencia en otras zonas, ni siquiera en la calle de Huertas, en pleno distrito del concejal Ángel Matanzo España. Cualquier propietario de una grúa pirata pudo escuchar por su escáner el pasado sábado a las tres de la noche una interesante conversación entre dos policías:
"-Me han comunicado que no hay grúas disponibles para quitar los coches de allí", informaba un policía a su compañero.
"-Pues falta hace, porque nosotros nos hemos visto negros para pasar por allí con el coche patrulla", contestaba el compañero.
"-Pues ahora les puede caer multas de hasta 50.000 pesetas".
"-Pues a ver si les cae alguna, porque esto es insoportable".
Otros jóvenes con menos recursos económicos se ven forzados a seguir los consejos de las autoridades municipales y se convierten en los más acérrimos usuarios de los autobuses rojos. Las colas que se forman en la plaza de la Cibeles para montarse en los búhos o autobuses nocturnos no tienen nada que envidiar a las que se forman en cualquier parada de la ciudad universitaria un lunes por la mañana.
Negarse a pagar
El viajero de algunas líneas de los búhos suele ser bastante peculiar. Uno de los clientes habituales de los autobuses nocturnos comenta que hay líneas en las que los jóvenes viajeros se niegan a pagar. "El condutor, con tal de no buscarse problemas, suele pasar de ellos y no insite en pedirles dinero", añade.Los taxistas no salen muy beneficiados con las noches de fines de semana. Ganan aproximadamente 1.000 pesetas por hora, casi lo mismo que durante el día, pero pierden también el mismo dinero que durante el día en los atascos. "Si el coche no lleva velocidad, el taxímetro no corre. Por Alonso Martínez, Chueca, Argüelles, Malasaña y Huertas, que son las zonas donde más carreras cogemos, el taxímetro no corre apenas", añade.
Las colas también se extienden a las gasolineras próximas a los bares y discotecas. Los propietarios de motocicletas aprovechan la vigilancia gratuita de los empleados de la gasolinera para dejar sus vehículos allí.
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