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GENTE

La cumbre de las damas

González y Casaroli, los 'solteros' de París

El collarín ortopédico de Hannelore Kohl, esposa del canciller alemán, y la admirable flema de la primera ministra británica, Margaret Thatcher, hicieron gastar mucha saliva en la suntuosa velada organizada el pasado martes en el palacio de Versalles por el matrimonio François y Danielle Mitterrand. Con la representación de un ballet dirigido por Patrick Dupond y una cena posterior digna del Rey Sol, los Mitterrand rindieron homenaje a los jefes de Estado y de Gobierno de todos los países de Europa, Estados Unidos y Canadá. Y a sus cónyuges.Hannelore Kohl, una mujer casi tan robusta como su marido, estaba descompuesta. El día anterior, un fotógrafo se le había venido encima con todo el equipo. El golpe, muy duro, la había obligado a estar en cama 24 horas y ahora le hacía llevar un collarín ortopédico en vez de las perlas que lucían la mayoría de las otras damas presentes en Versalles. En cambio Margaret Thatcher hacía honor a su apodo de la dama de hierro. Thatcher acababa de encajar el primer gran contratiempo de su carrera política al no haber sido reelegida líder de los conservadores británicos. No es que la primera ministra británica desbordara simpatía -eso tampoco es extraño en ella-, sino que rechazaba cualquier expresión de solidaridad y decía mantefirme como una roca al timón de los asuntos de su Gobierno. No se le movía un solo pelo de la permanente.

En la primera parte de la vebida versallesca -la interpretación de tres cortas piezas de ballet en la rococó ópera Real-, Felipe González estuvo sentado entre Margaret Thatcher y monseñor Casaroli, el representante del Vaticano en la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE). González no habla inglés ni Thatcher castellano, así que el presidente español pegó la hebra con el enviado papal.

González y Casaroli, por razones evidentes en el caso del segundo, eran los solteros de la velada. Carmen Romero -"muy atareada en Madrid", según algunas fuentes de la delegación española; "por coherencia y rigor", según otras- no había viajado a París. Al no estar presente Carmen Romero tampoco lo estaba la esposa del ministro de Exteriores Francisco Fernández Ordóñez.

De la ópera Real de Versalles -construida con motivo de la boda del futuro Luis XVI con María Antonieta-, damas y caballeros pasaron a la Galería de los Espejos del palacio. Allí les esperaba un menú de sopa de crustáceos, langosta de Bretaña, capón de Bresse, quesos y tarta helada al Grand Marnier, todo regado con los mejores vinos de Francia, el blanco Puligny-Montrachet y el tinto Chateau-Margaux.

En la primera jornada de la gran cumbre europea sólo dos mujeres habían posado para la foto de familia de los 34 jefes de Estado y de Gobierno reunidos en París: Thatcher y la noruega Gro Harlem Brundtland. Al día siguiente, en cambio, una treintena de damas, esposas de los dirigentes europeos y norteamericanos, almorzaron juntas en el hotel Matignon, invitadas por Michelle Rocard, la esposa del primer ministro francés. La anfitriona sentó a sus flancos a Barbara Bush, con traje sastre negro, y a Raísa Gorbachova, vestida de color mostaza.

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