Carulla y el espíritu industrial catalán
La repercusión informativa de la muerte del fundador de Gallina Blanca rompe el maleficio de la ausencia de atención de los medios de comunicación hasta ahora respecto de las circunstancias empresariales que no conllevan altas dosis de especulación, morbosidad y escándalo, a juicio del autor.
Como economista y como amigo personal suyo estoy satisfecho de que las primeras páginas de la mayoría de los periódicos hayan recogido extensamente las circunstancias de la trayectoria empresarial de Lluís Carulla Canals, fundador de Gallina Blanca y presidente del Grupo Agrolimen, que falleció el sábado 3 de noviembre a los 86 años de edad.Y estoy satisfecho por lo que supone de reconocimiento de una obra bien hecha, pero, sobre todo, por el hecho de que con la presencia de tal noticia en los periódicos se rompe esta especie de maleficio de la ausencia de atención de los medios de comunicación social respecto a circunstancias empresariales que no conlleven altas dosis de especulación, morbosidad y escándalo.
Los únicos empresarios españoles que alcanzan las primeras páginas de los periódicos son los que se dedican a las actividades políticas o semipolíticas o, incluso, aquellos otros que salen del cuadro de la normalidad para insertarse en las páginas de las revistas del corazón.
Uno llega a preguntarse -desde su óptica de profesor universitario y de profesional de la economía- si esta exaltación de valores que poco tienen que ver con la economía real y el trabajo no constituyen un auténtico atentado a la formación de nuestra sociedad en su conjunto y, especialmente, de los jóvenes que están forjando su educación y su carácter para enfrentarse a los retos de nuestra economía del futuro.
Viendo hace unos meses el Mundial de Fútbol de Italia por televisión comentaba con unos amigos que en el palco presidencial estaban líderes industriales bien conocidos en el mundo entero: Agnelli de la FIAT, Benedetti de la Olivetti y otros. En los palcos presidenciales de los acontecimientos deportivos españoles hay muchos políticos y los empresarios que pueda haber se han hecho, normalmente famosos, por cuestiones especulativas o políticas y no por una ejecutoria empresarial industrial.
Líder empresarial
Es posible que un industrial italiano de prestigio llegue a presidir un equipo de fútbol pero se le sigue conociendo como el líder empresarial exitoso que en sus horas libres asume un compromiso deportivo.
En España, en cambio, cualquier empresario que asuma funciones representativas en el mundo del mecenazgo, el deporte o la cultura pierde rápidamente sus connotaciones empresariales o, a veces y salvando ejemplos aislados en sentido contrario, se llega él mismo, a afanar por hacer olvidar esta faceta económica de su vida.
Es evidente que Lluís Carulla llevó también su vida pública cuando estuvo entre los fundadores del Salón Alimentaria -en un episodio de la vida en que me cupo colaborar con él y con Sanuy y Escobar que impulsaban el proyecto- o cuando desde su posición catalanista bien conocida participó en la fundación de Omnium Cultural o cuando creó la Fundación Carulla-Font convertida después en Jaume I. Todo esto es evidente pero me parece más evidente aún que en el momento de su fallecimiento se le han reconocido las cualidades de industrial que sabe acompasar su incialmente empresa familiar al ritmo ya los cambios de los tiempos, que sabe redimensionar negocios recurriendo a los medios que le dan las técnicas de gestión empresarial y que se aprovecha de capitales, experiencias y tecnologías internacionales para encontrar líneas de actuación empresarial de carácter innovador.
Gentes de mi generación recuerdan aún el impacto publicitario que Carulla supo sacar de Jayne Mansfield en favor del consumo del Avecrem o recuerdan aún algunos de los eslóganes y acompañamientos musicales que ayudaron a vender los productos Gallina Blanca en los primeros tiempos de la Televisión en España.
Y este mensaje empresarial es, me parece, especialmente importante para Cataluña en donde existe un amplísimo colectivo de pequeños empresarios individuales -como el que Carulla supo crear con la fundación de Agrolimen- que pueda llegar a exportar a muchos países del mundo y que pueda afrontar el futuro sin sobre saltos industriales, tecnológicos, laborales, monetarios o fiscales; pero que están, al mismo tiempo, decepcionados porque el resto de la sociedad no les reconoce el esfuerzo que están realizando o les llega a poner más pegas que las que sería útil y conveniente.
Si Cataluña tiene un nivel de renta superior a la media española y si durante años fue tierra en donde gentes de¡ resto de España venían en busca de trabajo es porque en Cataluña han existido miles de pequeños empresarios actores activos del "espíritu industrial catalán.
Espíritu demasiado conservador, ciertas veces, pero espíritu necesario para crear empresa y puestos de trabajo.
Que la prensa haya rendido homenaje a Lluís Carulla en su faceta empresarial industrial debería significar que los años -no demasiado lejanos- de menosprecio de¡ "espíritu industrial" y de ensalzamiento del "espíritu especulativo" están pasando, afortunadamente, a la historia y que nuestra sociedad trata de reencontrar las raíces de lo que constituyó el principal elemento de su riqueza.
Quizás debamos agradecer a Lluís Carulla que nos haga hecho llegar el que se puede crear un emporio industrial partiendo de muy poco y sabiendo adaptarse, en cada momento, a las circunstancias del entorno socieconómico. Si de la lectura de su biografía salieran o se salvaran unos cientos de vocaciones de creadores de empresas creo que él se sentiría enormemente satisfecho.
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