Butragueño hace triunfar su propuesta
El Madrid se debate entre dos modelos. Uno está representado por Butragueño, portavoz de una manera de entender el fútbol, por encima de cualquier consideración sobre su talento; otra está defendida por Spasic, o por cualquiera de los seis zagueros que salpican la alineación habitual del Real Madrid. Butragueño propone un fútbol luminoso y arriesgado. Símbolo de tantas cosas, Butragueño es el abanderado de una causa generosa, interpretada por un pequeño grupo de jugadores que ayer hizo historia. Pero a Butragueño le silban los oídos en los últimos tiempos. Resulta que los responsables de la crisis madridista son los buenos futbolistas, los pocos que son capaces de convertir el juego en una obra de arte. La otra propuesta, la del fútbol blindado y mineral, sobrevive sin críticas, y sin embargo el sistema defensivo del Madrid muestra, cada noche un amplio repertorio de miserias.La elección del modelo es un asunto prioritario en el Real Madrid. El equipo está fracturado entre el estilo y la deformidad, o la ausencia de forma cuando menos. Un equipo de oficinistas nunca contará con Butragueño en sus filas. Apenas rebasa el 1,70 y pesa media libra. Detalles como estos son importantes para algunos. Son los que miden el talento en una báscula. Esta gente ataca a Butragueño por su físico, a Hagi por su dependencia del regate, a Michel por su escaso repertorio defensivo. Y siempre hay excusas. La debilidad del Tirol es una buena.
Con todas sus flaquezas, el equipo austriaco sirvió como medida de la declaración de bienes del Madrid. Por un lado aceptó un tremendo chaparrón de goles, alimentado casi en exclusiva por la grandeza de jugadores como Hugo, Butragueño, Michel y Hagi, el cuarteto que vive en el ojo del huracán. El Tirol también tuvo tiempo de dejar al desnudo las carencias de la defensa del Madrid. Durante buena parte del encuentro, un centrocampista argentino, Gorosito, dejó en cueros la estrategia de contención de los locales. Le bastó a Gorosito echar el balón al suelo, levantar la cabeza y pasar con picardía. Cuando encontraba a Linzmaier, el peligro se declaraba de inmediato en el área, de Buyo. Los defensas locales llegaban tarde por alto y por bajo. De nada le valió al equipo de Toshack su inclinación al blindaje. El Madrid tiene un serio problema defensivo, aunque probablemente algunos encontrarán que la culpable de tanta deficiencia es la cuadrilla del arte.
Pese a la colaboración del equipo austriaco, el repertorio de exquisiteces del Madrid fue muy extenso. Nunca habían marcado los madridistas nueve goles en las competiciones europeas, y eso incluye una buena colección de equipo chipriotas, pero mejor fue que llegaran por la vía de la sutileza y no del ollazo. Eso gana el fútbol con goles como el quinto. Fue una falta desde la derecha. Voló la pelota sobre el área de Lindesberger, y de repente se produjo un movimiento imprevisto. Butragueño, que parecía en condiciones de alcanzar el balón, se echó hacia adelante y salió fuera del foco de la jugada. La pelota pasó por detrás de su espalda, mientras la tropa de defensas austríacos quedaba paralizada, incapaz de interpretar aquella variante desconocida. No ha habido pase de pedresina mejor en muchos años. Siguió la pelota su curso, Butragueño el suyo y los defensas como marmolillos. Hierro, de cabeza cerró el broche del buitre, con el excelente cabezazo que merecía la jugada.
De este porte fueron varios. Hubo uno magistral, con Hagi en la banda izquierda y su envío al otro hemisferio, para Hugo, que volvió a cambiar de eje con una cesión inmediata de cabeza, a Butragueño. Desde el poste derecho de Lindesberger, el rubio levantó un poco el pie y dejó la pelota en la red. Tres toques, dos cambios de plano y el gol. Geometría.
La sinfonía fue de gran calibre, pero no logró aliviar las penas de una defensa muy vulnerable. Los primeros 15 minutos resumieron todo el inventarlo del Madrid en estos momentos. El conjunto local marcó tres goles y anunció la intensa tormenta goleadora que se avecinaba. Y también en aquellos instantes quedaron retratadas las dificultades defensivas de un equipo que soportó tres ocasiones memorables de los austriacos y un gol de verbena.
Todo el complicado sistema defensivo de¡ Madrid se venía abajo cada vez que Gorosito y Linzmaier echaban un poco de astucia a sus pases. A los problemas de orden, se unía el duro papel que ha asumido Spasic en el equipo. El defensa yugoslavo, probablemente mejor de lo que demostrado hasta ahora, es un jugador sin ninguna credibilidad. Spasic ha interiorizado sus dificultades y las lleva hasta la caricatura. Cuando choca, atropella a todos, incluidos sus compañeros y jueces de línea. Esta incapacidad de coordinación está alentada por la escasa fe que demuestra en sus posibilidades y por su incapacidad para superar la presión que padece. Ahora mismo Spasic es una complicación más para una defensa que está para sopitas y leche tibia.
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