Especie detestable
Pertenezco, tal vez, a esa "especie detestable" que el señor Agustín Olivera opina que somos los manitas en su carta publicada el.13 de octubre de 1990. La leí un lunes, y ya se sabe que ese día de la semana uno no tiene el ánimo del todo derecho. Sin embargo, yo me congratulé de que, al menos, este señor sepa escribir cartas. Sé que es una tontería, pero "especie detestable" me pareció un adjetivo lo suficientemente duro como para merecer una respuesta. Y es que, si usted no tiene más de 60 años, no es poeta, no es arquitecto o no es manco, no tiene razón.Dicen que nuestro cerebro voluminoso surgió a partir del dedo índice y el pulgar, la pinza inteligente; de utilizarla, ya se sabe. Y yo estoy convencido de que si los seres humanos se esforzaran más y mejor por comprender los instrumentos, aparatos y máquinas que sus congéneres construyen, y que ofrecen -esta distinción es importante- a los demás, y que nunca obligan a poseer, el mundo y la vida funcionarían mejor.
Usted debe de ser también de esos a los que incluso su corazón, por ejemplo, les importa un comino, o sus riñones, o qué hacer para que les duela menos la espalda sin tener que tomarse todos los días una aspirina. Da igual, la curiosidad se parece mucho a la paciencia, y para usted el tiempo son dólares. ¡Y eso que su esqueleto es el cofre de su propia vida! ¿Necesita también que le cosa una señora los botones? ¿Sabe hacerse un bocadillo?Maneja una máquina, un coche capaz de matar, y usted considera complicado quitar un taponcito asquerosamente sucio y echarle una mirada a un reloj que mide una presión. No lo entiendo, aunque todos tenemos defectos. Casi todo es cuestión de proponérselo. Y recuerde que vamos para el siglo XXI, para bien o para mal, que ése es otro tema.-
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