Escena sobrecogedora
La noche del domingo pasado, sobre las dos, me tocó contemplar desde mi casa una escena sobrecogedora: un hombre pegaba con safla a una mujer y le golpeaba repetidas veces la cabeza contra un coche. La primera reacción fue llamar a la policía, que me contestó que mandarían un coche. El coche, en efecto, llegó, pero 10 minutos más tarde, cuando ya la mujer había sido arrastrada hasta una calle contigua. Cuando vi que la policía no los encontraba y miraba con indiferencia desde la ventanilla, se me ocurrió volver a llamar para indicar hacia dónde los había visto marchar. La voz que me contestó casi con desdén comenzó su interrogatorio y sus aseveraciones sobre el caso: más o menos qué hacía yo para estar viendo la escena, si es que trabajaba en un bar y por eso había podido verlo. Sorprendida por semejante pregunta, le indiqué que sencillamente estaba en mi casa y que no me parecía eso lo definitivo, sino que una mujer estaba siendo brutalmente golpeada, que pedía socorro, intentaba huir y que ya había perdido la falda. Este último dato le pareció definitvo porque casi sonriendo exclamó que debía ser una mujer de mala vida. Naturalmente, insistí en la situación de' indefensión en que se encontraba esta persona y él argumentó que evidentemente era gente de mal vivir y por eso andaba a esas horas por la calle. Cuando empecé a impacientarme me pidió mi nombre, dato que según él en aquellos momentos era fundamental. Se lo di, por dos razones: por aligerar trámites y porque en realidad me daba igual. Esta vez dijo que avisaría al coche con un marcado tono de indiferencia, despreocupación y yo diría que sorna.-
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