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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hotizonte médico

LOS EXPERIMENTOS iniciados recientemente en Estados Unidos en el tratamiento de una niña de cuatro años que sufre un defecto genético -carece de defensas contra las enfermedades, una forma de inmunodeficiencia congénita aguda- se han convertido en el primer caso en que se intenta tratar una enfermedad en el nivel del núcleo de las células en un ser humano. Para el mundo científico, la medicina acaba de situarse en el umbral de una nueva era. Aunque los progresos no sean tan rápidos como los más optimistas piensan y las enfermedades genéticas no puedan considerarse, por el momento, las lacras más importantes de la humanidad, resulta indudable la importancia de poder manipular los genes que gobiernan el funcionamiento de todos los seres vivos y son el eslabón por el que se transmiten las características heredadas.Contrasta el ritmo de los científicos con la lentitud -cuando no la radical obstrucción- de los distintos parlamentos y de las autoridades morales -sobre todo la Iglesia católica- para tratar de legislar y amoldar los nuevos avances a las respectivas sociedades. En España, por ejemplo, no se ha dictado una sola norma sobre el trabajo de manipulación de genes a pesar de que se realizan desde hace años. La Iglesia católica, por su parte, está todavía más desorientada, ya que sus manifestaciones son constante y exclusivamente negativas. Los problemas éticos y sociales que plantea la ingeniería genética no van a desaparecer porque se ignoren.

En una segunda fase, los científicos esperan poder reemplazar directamente los genes malos por los buenos en las células madre de todas las afectadas, pero esto no es fácil ni se puede pensar hacerlo, por el momento, en un buen número de enfermedades. Por otra parte, los investigadores saben muy poco todavía sobre los posibles efectos secundarios de estas nuevas terapias, y cada experimento ha debido pasar, en Estados Unidos -el único país donde se realizan por el momento-, por un fuerte filtro burocrático que pretende impedir sorpresas desagradables.

El problema más importante desde el punto de vista social y ético se plantea, sin embargo, con el tercer paso, cuando se trasciende del tratamiento con genes, en cuyo umbral estamos ahora, a lo que es propiamente terapia genética. No se trata de una mera distinción semántica, ya que el segundo término implica manipulación de las células reproductoras, las que transmiten las características a los descendientes. Los investigadores son los primeros en negarse a estas manipulaciones cuyas posibles consecuencias recuerdan demasiado los temores expresados por un buen número de textos de ciencia-ficción. La contradicción en la que se mueven los expertos es que la manipulación genética es la única forma de erradicar las enfermedades hereditarias y, al mismo tiempo, la vía más accesible para la manipulación de seres humanos, cuyo simple enunciado potencia las connotaciones terroríficas. Si el fin último de los desvelos científicos es el de solucionar problemas que afectan a los seres humanos, en nombre de ellos resulta legítimo exigir a quienes los gobiernan una claridad legislativa que permita deslindar lo que sirve para el progreso en la lucha contra la enfermedad de las posibles manipulaciones en favor de turbios intereses.

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