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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa y los árabes

EL CONCEPTO de un diálogo euro-árabe, es decir, de un contacto profundo entre la Comunidad Europea (CE) y un grupo impreciso de países del mundo islámico, aparece implícito en uno de los anejos al Tratado de Roma de 1957. Entonces, cuando todavía era inimaginable cualquier connotación política de futuro, se suponía que las relaciones entre los dos bloques tenían que ser meramente de asistencia al desarrollo, como acabó sucediendo con los Acuerdos de Lomé en relación con el África francófona.Que el diálogo adquiriera tintes fundamentalmente políticos -momento en que el interlocutor de Europa empezó a ser la Liga Árabe- se debió al conflicto de Oriente Próximo: a partir de 1973, en efecto, para los árabes los contactos fueron convirtiéndose en un instrumento de presión mediante el que, por intermedio de la CE, pudiera forzarse a Israel a retirarse de los territorios ocupados; para la CE, en cambio, se trataba de evitar los perniciosos efectos del embargo petrolero decretado por la OPEP. Durante años, sin embargo, fue un diálogo de sordos y acabó languideciendo. Algún esfuerzo de revitalización institucional, como por ejemplo el intentado, tras la firma del Acta única, en el marco de la nueva cooperación política europea, fue totalmente baldío. El diálogo euro-árabe sólo es recordado cuando una nueva crisis amenaza con desestabilizar al mundo.

En el otoño pasado, el presidente francés, François Mitterrand, hizo en el Parlamento Europeo un nuevo llamamiento al diálogo euro-árabe, que los Doce recogieron y se propusieron impulsar durante el presente año. En esta ocasión, el catalizador fue la preocupación generalizada provocada por la marea fundamentalista, sobre todo en los países del norte de África, tras las revueltas del pan y algunos procesos electorales que dieron la victoria a partidos religiosos musulmanes. A lo largo de los últimos meses, la idea fue cristalizando en una propuesta hispano-italiana de celebrar una conferencia de seguridad en el Mediterráneo, cuyas sesiones se iniciarán en Palma de Mallorca el próximo día 24.

La crisis de Irak, sin embargo, ha oscurecido cualquier propósito de tratamiento general de las relaciones euro-árabes. Si el diálogo se reinicia ahora, como propuso hace días el ministro español de Exteriores y acaba de ratificar la CE, será por el miedo que produce una coyuntura grave. El propósito de cualquier contacto entre la CE y los árabes no puede ser otro que el de dar a éstos una sensación de seguridad y apoyo ante la amenaza de un dictador como Sadam Husein. Ése es su principal mérito, que no es poco.

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