Atrás quedó la pesadilla
La esposa del encargado de negocios en Kuwait cuenta su salida con su hijo recién nacido
Acostado en un capazo, al pie de un árbol de la pimienta, en el jardín de la Embajada española en Ammán, Jaime Omar Buitrago Peña mueve las manos como deshaciendo telarañas. Un estornudo le saca abruptamente de su sopor y con débiles lamentos Jaime Omar, nacido hace apenas dos semanas en el Kuwait ocupado por los iraquíes, empieza a reclamar el pecho de su mamá. Ésta, Victoria Peña, burgalesa de 30 años, está sentada a su lado atendiendo a los periodistas. Es la esposa del único diplomático que permanece en la Embajada española en la capital de Kuwait. Jaime Omar vino a este mundo el pasado 17 de agosto, una semana antes de lo que había previsto el ginecólogo británico que atendía a Victoria. Sus padres y el doctor decidieron provocar el parto ante la amenaza de Sadam de bloquear y ocupar las embajadas en Kuwait que no hubieran cerrado sus puertas el 24 de agosto.El pasado jueves Victoria Peña y su bebé alcanzaron ese -inmenso campo de refugiados en que se ha convertido Ammán. En Kuwait, como encargado de negocios de la Embajada española, su primer destino en el extranjero, quedaba José Buitrago, de 29 años de edad Victoria -está orgullosa de su marido y de no haber sido por el bebé, se hubiera quedado en Kuwait. "Él tiene la moral muy alta", dice, "y creo que va a lograr sacar del infierno a todos ,los españoles".
Cuando la esposa del diplomático hacía esta declaración un grupo de 52 españoles -la práctica totalidad de las mujeres y niños españoles en Irak y Kuwait- se preparaba en el aeropuerto de Bagdad a tomar un avión que debía llevarles a la RFA. Una cuarentena de varones seguían, no obstante, retenidos por las tropas de Sadam.
A las cinco de la madrugada del 2 de agosto, cuenta Victoria Peña, ella y su marido fueron despertados en su domicilio de la Gulf Street de Kuwait por el abrupto sonido de dos aviones de combate. "Entonces nos mirarnos y nos dijimos: 'Son los iraquíes. Ya están aquí'.
Un telón se abatió sobre la ciudad. Las comunicaciones telefónicas con el exterior fueron cortadas, y, como todo el mundo, el matrimonio comenzó a seguir febrilmente las noticias de radio de la BBC y los informativos de la cadena televisiva CNN. Pero pasado el bombardeo del palacio del emir, las noticias del exterior, dice Victoria, les alarmaban más que lo que ellos podían ver con sus propios ojos en el país invadido.
Jóvenes de 16 y 17 años
Según la esposa del diplomático español, los soldados iraquíes, "niños de 16 y 17 años", se comportaron con corrección; los saqueos iniciales fueron obra, sobre todo, & desesperados emigrantes asiáticos en el emirato. El toque de queda es poco respetado por la población mayoritariamente palestina del emirato, que sale de noche a comprar el pan como si tal cosa, y, pese al ultimatum de Sadam, la Embajada española no ha sido nunca privada de agua y electricidad y está bien dotada de provisiones.
José Buitrago y Victoria Peña conocieron, claro, la violencia. En los primeros momentos de la invasión, unos soldados iraquíes registraron su domicilio. Dijeron estar buscando a los autores de unos disparos contra uno de sus oficiales. Otra vez, el diplomático fue retenido durante siete horas en el hotel Sheraton. Lo peor, por supuesto, fueron las circunstancias del nacimiento de Jaime Omar, el español que vino al mundo una semana antes de lo previsto a causa de una amenaza nunca cumplida de Sadam, Husein.
Victoria cree que no habrá guerra en el Golfo. Pero también intuye que nunca volverá a Kuwait City, la ciudad donde nació ese bebé que, al pie del árbol de la pimienta, empieza a impacientarse por la tardanza de su mamá en darle el pecho.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.