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Fundamentalismo occidental

Más allá del temor a las imprevisibles consecuencias militares y a las predecibles constricciones económicas que la crisis del Golfo parece conllevar, un nuevo temor empieza a planear sobre nuestras cabezas: él resurgir del fundamentalismo occidental.Immerso en esta corriente próxima al fundamentalismo y, por lo que parece, preparando el terreno para justificar en nombre de la superioridad de los valores democráticos occidentales cualquier forma de intervención occidental en la zona, el profesor Joan B. Cuila, en la edición de EL PAÍS del pasado 22 de agosto y bajo el título de Progresismo y crisis en el Golfo, intentó de una forma excesivamente simple entrar en materia y defender sus posiciones.

Una primera y rápida cuestión. Intentar hacer creer que el artículo de Francesc de Carreras, en EL PAÍS del pasado 20 de agosto y con el título El mercado libre armado, era un alegato de justificaciones para la ocupación militar de Kuwait por parte de Irak es ir demasiado lejos. No seré yo quien defienda al profesor Francesc de Carreras, entre otras cuestiones porque creo que no necesita ningún tipo de defensa, pero sí tengo que decir que me sorprende cómo un competente investigador social y reconocido profesor como Joan B. Culla puede confundir la labor de buscar las razones que han podido llevar a Irak a invadir Kuwait con alegatos en defensa de esa ocupación.

Sorprende para los que conocemos la talla intelectual del articulista el intento del profesor Joan B. Culla de ridiculizar todo posicionamiento crítico a la actitud intervencionista occidental alrededor del mundo mediante lo que él llama el nuevo binomio maniqueo del progresismo occidental: Norte-Sur.

Joan B. Culla sabe perfectamente que esta hipotética existencia del nuevo binomio no está en el fondo de la cuestión discutida. Referirse a ella como descalificación ideológica o intelectual de aquellos que -todos y manifestándonos abiertamente en contra del acto de anexión de Kuwait por parte de Irak- vemos con mucha preocupación la solución que se busca al conflicto y la arrogancia de Estados Unidos, junto con el previsible papel militar que en caso de conflicto puedan jugar las fuerzas europeas, es, como mínimo, excesivamente simplista.

La cuestión debatida no está en referencia a la latitud y el meridiano donde se produce el conflicto. La cuestión reside, en primer lugar, en la capacidad o no de permitir que el conflicto sea resuelto en primera instancia -y bajo la supervisión de las Naciones Unidas- por los países de la zona.

En segundo lugar la cuestión reside en comprender los motivos de la intervención occidental. Me cuesta creer que simplemente Estados Unidos y los aliados europeos hayan movilizado todas sus fuerzas en unacto de defensa del derecho de todo pueblo de disponer de sí mismo. ¿Dónde estaban las actitudes occidentales cuando la ocupación de Panamá? ¿Y cuando la intromisión de los marines norteamericanos el pasado 6 de agosto en la capital de Liberia? ¿O acaso es más perversa la vulneración de la obligación de la no injerencia militar extranjera cuando ésta se hace con bandera iraquí que cuando se hace con bandera norteamericana?

Lo que verdaderamente preocupa a las potencias occidentales en el conflicto del Golfo no es la desaparición por la vía militar de un pequeño Estado. Lo que realmente preocupa es la desaparición de un régimen pro occidental junto a la necesidad de mantener la producción y el coste del crudo en consonancia con los últimos años.

Por otro lado, parece que en las últimas semanas se han descubierto todas las atrocidades de Sadam Husein y que el temor a la utilización de las armas químicas por parte de Irak ha hecho mella en las mentes occidentales. Simplemente habría que recordar el papel jugado por Occidente en los años anteriores. ¿Por qué ningún Estado occidental propuso a las Naciones Unidas sanciones a Irak, semejantes a las actuales, por la repetida utilización de las armas químicas contra la población kurda? ¿Acaso no eran países occidentales los que alimentaban el hambre de armamento de Irak? ¿O acaso la vida de un norteamericano o europeo vale más que la de un kurdo o un iraní?

Esa doble moral con que Occidente ha zarpado hacia el Golfo demuestra la debilidad con que los derechos humanos -individuales y colectivos- se enfrentan todavía hoy a los intereses económicos.

La debilidad con que las Naciones Unidas han tenido que oír la amenaza de Estados Unidos de actuar independientemente de las resoluciones adoptadas por este organismo es la prueba que en caso, más que probable, de conflicto, la contienda será dirigida por los de siempre.

En la crisis del Golfo hay que considerar un nuevo temor: el fundamentalismo -económico e ideológico- occidental.

es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología y portavoz de la Crida a la Solidaritat.

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