Antibo, protagonista de los 10.000 metros en los que Antonio Prieto fue cuarto
Salvatore Antibo, la réplica ligera y corredora de Schillaci, protagonizó en Split una de esas proezas que definen la épica del atletismo. De Palermo, y con raíces tan pobres como Totó Schillaci, Antibo corrió como el mejor de los africanos y consiguió un tiempo de 27 minutos y 41 segundos. Se escapó con el tiro de salida y dejó un abismo a su espalda. Su carrera fue inolvidable, como el esfuerzo de Antonio Prieto, cuarto, con 28.05, que buscó la medalla hasta el último metro. Su actuación, como la de Albentosa, mejoró la pobre prestación de los ochocentistas españoles.
Antibo posee. todos los rasgos de los últimos héroes italianos Como Schillaci o el gran obstaculista Panetta, el liviano corredor es hijo del profundo sur, de Palermo. Su carrera está sembrada de éxitos y prodigios, y también de ese carácter medio mágico que tanto fascina a los italianos. Antibo es el africano para todo el mundillo atlético. Duro y valiente, libra batallas que sólo estaban reservadas a los kenianos y etíopes. En Split, decidió correr en solitario. No lo necesitaba. Antibo habría ganado la carrera en cualquier circunstancia, pero el fondista italiano dispone de una grandeza suprema.Antigo cubrió cada kilómetro como un metrómono, mientras el resto de la tropa se batía muy lejos. Prieto fue uno de los grandes protagonistas de esa película paralela. Tras los estirones de Prianon y el húngaro Zalky, el pequeño fondista español tuvo que dirigir el grupo una vez superado el sexto kilómetros. La estrategia quizá no le convenía, pero Prieto tuvo que asumir la responsabilidad en un paquete sin jefes.
Al paso de los 7.200 metros, Prieto, que se había rezagado para medir mejor sus reservas volvió a tomar el mando de las operaciones, pero su paso no descolocó a sus principales adversarios: el noruego Hakkim, el italiano Me¡ y el inglés Nerukar. El británico buscó la ruptura a 800 metros del final, pero fue seguido por todos. Fue Hakkin el encargo de lanzar el asalto definitivo. Nerukar quedó descolgado y Prieto se vio en el trance de intentar un sprint con dos atletas que le superaban en zancada y potencia final. Prieto acabó en la cuarta plaza, bastante tiempo después de la llegada de Antibo, el héroe de la noche.
En el maratón femenino, se impuso la portuguesa Rosa Mota (2 horas, 31 minutos y 32 segundos) y revalidó su medalla de oro conseguida en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988.
Los españoles
Frente al excelente ejercicio de los fondistas, el dominador común del resto de los atletas español fue una ausencia de tensión competitiva. En este apartado, los tres ochocentistas -Arconada, De Teresa y Luis Javier González- dieron un curso de ingenuidad. Todo el clima de expectación que habían creado estos atletas derrumbó en Split, aunque todavía queda también para la redención de dos de ellos. Tomás de Teresa corrió en una serie de atletas muy jóvenes, todos con peor marca que en la del atleta cántabro. De hecho, sólo do europeos, el británico McKean y el alemán oriental Herold han registrado tiempos inferiores al 1.44.99 que consiguió De Teresa en la reunión de Sevilla La realidad fue más dura para el atleta español en su eliminatoria.El español, en medio del grupo que comandaba el inglés Yates, dio la impresión de reaccionar con estilo a falta de 300 metros, pero cometió la imprudencia de intentar rebasar al británico en la última curva, un error táctico imperdonable. No lo consiguió y perdió el paso y la fuerza. Sus últimos 100 metros fueron un calvario. Finalmente consiguió la quinta plaza y esperó a los tiempos de las otras series para lograr el acceso a las semifinales.
La misma sensación de ineficacia dieron Luis Javier González y Arconada en la eliminatoria que les emparejó. Arconada, un atleta que llegaba con fama de consistente, corrió en el furgón de cola durante los primeros 300 metros. González vigilaba desde el medio. Por momentos, a falta de 300 metros, se intercambiaron las estrategias. Arconada cabalgó hasta el primer puesto. Su soltura anunciaba una clasificación cómoda, todo lo contrario que González, agarrotado y prácticamente descolgado. Sorprendentemente, a 50 metros de la llegada, Arconada, todavía primero en esos instantes se quedó atorado, con una zancada tan cortita que el resto parecía volar junto a él, incluido González, que recuperó el aliento y aún tuvo tiempo para entrar en el cuarto puesto, que le incluía entre los semifinalistas.
Frente a la desoladora impresión de los ochocentistas españoles, Maite Zúñiga dejó el sello de la veteranía. En lugar de esperar a la lotería de los últimos 100 metros, buscó el ataque a 300 metros. Su escapada dejó fuera de sitio a Colovic y con pocas fuerzas a Lech. Quedaba el último esfuerzo. Nunca caracterizada por su potencia en las llegadas, Zúñiga se vio superada por Wachtel y Grebenchuk, pero impidió la progresión de Lech. Una obra maestra en comparación con el ejercicio de Arconada, De Teresa y Luis Javier González.
El resto de los españoles se movió entre la mediocridad de Blanca Lacambra en 400 metros -una carrera que rebaja el optimismo para el relevo 4X400- y el nivel medio de los velocistas Luis Rodríguez, Enrique Talavera y Cristina Castro, todos los cuales estará en la semifinal por el valor de sus registros.
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