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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Misión cumplida

EL AGUERRIDO comando liberador se acerca con cautela, avista el objetivo, lo rodea, calcula el golpe y actúa. El artefacto describe una curva en el aire e impacta el objetivo con gran precisión. Misión cumplida: el puesto de helados arde en pompa. Si ellos acaban de volar un edificio en pleno centro de la ciudad de Burgos, ¿por qué no vamos a volar nosotros un puesto de helados en Pamplona? Pocas horas antes, en la estación de Getxo, otro comando de valientes gudaris encapuchados ha hecho descender del tren que cubre la línea de Bilbao a Plencia a los viajeros que regresan de madrugada de las fiestas de la capital. Rocían el convoy, la locomotora y dos vagones de pasajeros con un líquido inflamable, acercan una cerilla y enseguida es pasto de las llamas. Coste: entre 150 y 200 millones de pesetas. Si los que saben han puesto cuatro bombas en diversas líneas del ferrocarril, ¿por qué no vamos a incendiar nosotros este tren?El autobús incendiado el jueves en San Sebastián es el quinto que arde en la capital de Guipúzcoa en los dos últimos meses. Cada uno de ellos está valorado en unos 30 millones de pesetas. La afición al fuego está muy arraigada entre la juventud alegre y combativa. También han ardido esta semana cuatro o cinco coches con matrícula francesa y tres furgonetas de la Telefónica. Mejor dicho, de la Compañía Telefónica Nacional de España, es decir, del sistema de comunicaciones del aparato represor. Misión cumplida.

Todo ello en protesta por la muerte de un joven al que estalló entre las manos la bomba que él o su enlace se aprestaban á colocar en un supermercado de la localidad guipuzcoana de Oyarzun. El joven que, por algún fallo imprevisto, no consiguió repetir la matanza de Hipercor (más de 20 muertos) ha sido declarado hijo predilecto de su localidad natal, Usurbil. Los concejales asistentes al pleno municipal, cinco, todos ellos de Herri Batasuna -los de los otros partidos no asistieron porque sabían que iban a estar en minoría, según han declarado-, aprobaron la moción por unanimidad. Misión cumplida.

Y si unos intentan repetir Hipercor, y otros y otros incendian un tren propiedad de Eusko Treribideak, ¿por qué vamos nosotros a consentir que los bilbaínos acaben sus fiestas en paz? Cuatro horas duraron ayer los enfrentamientos entre nosotros, de un lado, y la Ertzairitza y la Policía Municipal, de otro, poco después de que la casa consistorial fuera asaltada por una turba -"masa de acoso", la llama Elías Canetti refiriéndose al periodo nazi- que no podía tolerar la ofensa de ver ondear la bandera de España junto a la ikurriña. Treinta heridos, misión cumplida.

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Junto al terrorismo profesional de los que ponen bombas y escriben comunicados, está ese otro terrorismo artesanal, cotidiano, de los alevines, que no quieren ser menos. Cualquier psicoanalista podría extenderse sobre su sed de afirmación y deseo de emulación. También sobre su afición a ver arder trenes, autobuses o militantes socialistas (verbigracia, en la casa del pueblo de Portugalete, mayo de 1987). En una primera aproximación, Xabier Arzalluz ha hablado de personas que "irradian incapacidad, impotencia y desesperación". No sabemos si la opinión será compartida por los dirigentes de Herri Batasuna, a quienes, con ocasión del atentado con coche bomba de Burgos, el ministro Corcuera pidió públicamente un pronunciamiento. Su respuesta sigue pendiente. ¿Piensan que tales acciones, el terrorismo a granel o el expedido al detalle, tienen algo que ver con la liberación de Euskadi? ¿Siguen considerando que los activistas que ponen bombas en los supermercados se mueven por altos motivos altruistas, y que los que queman puestos de helados o furgonetas de la Telefónica son la vanguardia juvenil del pueblo trabajador vasco? ¿O más bien están abochornados, pero no se atreven a proclamarlo?

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