"Hay que admitir que un inocente pueda morir"
Michael Portillo, 37 años, casado, sin hijos, es un digno representante de la nueva ola de conservadores promovida por Margaret Thatcher. Hombres duros, entregados a la causa, sin tiempo para blandenguerías o grandes consideraciones morales. La pena capital puede costar la vida de un inocente, pero eso es un precio menor a pagar por su hipotético carácter disuasor. Quienes se quedan atrás en la sociedad del liberalismo feroz thatcheriano lo hacen sólo porque avanzan más despacio que los otros.Este hijo de español republicano exiliado y de escocesa, con otros tres hermano que no votan por Thatcher y una numerosa familia de tíos y primos en España, es agradable en el trato y convencido en la exposición de sus argumentos, quesubraya con un ligero movimiento de sus manos de pianista. No tiene muy claro qué le queda de sus raíces ibéricas -aparte de un castellano con característico acento inglés que prefiere no usar-, aunque ante los ojos de un español en Londres brillen la franqueza y la falta de doblez.
Portillo tiene su despacho de ministro de Gobierno local en la planta 15 del monstruoso bloque que acoge al Ministerio de Medio Ambiente y desde allí goza de una espléndida vista del Londres sacudido hace meses por la revuelta del polltax, al que él alude con su nombre oficial de community charge (carga comunitaria).
Pregunta. ¿Está usted de acuerdo con su etiqueta defanático del thatcherismo?
Respuesta. Soy un firme partidario de la primera ministra. Creo que muchas de esas etiquetas son menos fáciles de definir de lo que mucha gente piensa. No sé si hay grados ni dónde estoy en el espectro, pero sí le puedo decir que estoy satisfecho con mi trabajo de hacer que sea un éxito la carga comunitaria, con la dirección en que avanza el Gobierno, aunque me disgusta que hayamos permitido una inflación tan alta, y muy satisfecho con el liderazgo de Thatcher.
P. Cuando Thatcher le encargó la reforma del poll-tax en mayo se dijo que usted era una estrella rutilante con las máximas potencialidades.
R. No es algo en lo que yo esté pensando. Me limito a hacer mi trabajo lo mejor posible. Las especulaciones periodísticas de quién sube y quién baja suelen ser erróneas.
P. En el Partido Conservador es perceptible un difuso temor a perder las próximas elecciones.
R. El Partido Conservador ve que el voto del centro se ha hundido y que el Partido Laborista presenta una mejor imagen ante la opinión pública. Eso significa que la aritmética política es muy diferente a la de la última vez, cuando el voto anticonservador estaba muy dividido. Esta vez el voto anticonservador se va a ir con fuerza al laborismo.
P. ¿Tiene que ser más cuidadoso ahora el Partido Conservador?
R. Desde luego. Cada vez que se acerca una elección ordenamos la casa para ponernos en situación de ganar. El partido debe aparecer unido y cuidadoso con sumensaje y eso ya está sucediendo. Lo segundo es controlar la inflación, no sólo por su efecto sobre la economía sino porque fue nuestra promesa en las últimas elecciones. Mi impresión es que para cuando llegue la próxima elección la carga comunitaria estará lejos de ser tan importante como lo es hoy y no lo será tanto como la gestión económica, las tasas de inflación y los tipos de interés.
P. ¿Por el esfuerzo que están haciendo ustedes para domeñar las iras de una población que cree ver al Gobierno metiendo la mano en su cartera?
R. El Gobierno no ha cogido el dinero a nadie. Es la Administración local la que les ha cogido el dinero. Los británicos muy raramente gustan de algo nuevo. Con la carga comunitaria todo el mundo paga y con el anterior sistema sólo pagaba la mitad de la población. Así que es natural que quienes tienen que pagar por primera vez no estén entusiamados, pero creo que la carga comunitaria ya está empezando a ser asimilada.
El reparto de los impuestos
P. ¿A pesar de que la gente siga viendo que el noble o el millonario pagan lo mis mo que el asalariado?
R. La carga comunitaria sólo cubre un tercio o un cuarto del presupuesto local, el resto procede de impuestos y la gente que paga el impuesto de la renta hace una gran contribución al presupuesto local.
P. Recientes estadísticas han denunciado que con Thatcher han crecido las diferencias entre ricos y pobres.
R. Estoy seguro que la gente prefiere tener más renta, con independencia de lo que ganen otros que están mucho mejor, a tener menos dinero y que las diferencias sean menores. El énfasis en la igualdad muchas veces se traduce en hacer a la gente más pobre.
P. Acaba de decir que los británicos son lentos en aceptar el cambio. ¿Es ésa la razón de su reticencia ante Europa?
R. Quizá su resistencia a aceptar el cambio tenga algo que ver. Pero creo que en el caso del futuro de Europa se levantan cuestiones enormes, casi las más grandes a que uno puede hacer ente, como cuál es tu Gobierno, a quién hay que ser leal, ¿a tu región, a tu país o al continente? Son cuestiones muy importantes y los británicos con su tradición parlamentaria y por el hecho de ser una isla se las toman muy en serio.
P. ¿Quiere decir que hay gente no tan seria al considerar el asunto?
R. Las experiencias de otra gente son diferentes. Nosotros tenemos una muy limitada experiencia de organización federal; ninguna, de compartir fronteras terrestres con vecinos;muy larga experiencia de estabilidad nacional. Así que para otros países la idea de avanzar hacia un federalismo les va a resultar más fácil que a nosotros.
P. ¿Cuánto de España hay en usted?
R. La mitad de mí es mi padre. Pero es dificil decir cuáles de las características que he heredado de mi padre son suyas personales o son características nacionales. Lo único que puedo decir es que cuando era niño e iba a España con frecuencia, aunque hablaba como un inglés mucha gente decía que hablaba y pensaba como un español. Ahora voy menos a España y es probable que eso haya cambiado. Pero siempre he sido consciente de haber tenido antecedentes nacionales dobles.
P. ¿Cómo es que el hijo de un exiliado republicano y de una madre políticamente de izquierda se ha convertido en un político conservador?
R. La familia de mi padre se dividió durante la guerra civil, no encuentro sorprendente que gente en la misma familia tenga ideas políticas distintas.
P. ¿Tiene influencias políticas de su padre?
R. La experiencia de mi padre de tener que dejar el país me hizo muy demócrata y antitiranía. Su repugnancia de la tiranía es algo que llevo desde niño.
P. Usted entró en el Parlamento en sustitución del diputado asesinado por el IRA en el atentado de 1984 en Brighton y un año antes, en otro intento de acceder al Parlamento, defendió la pena de muerte. ¿Sigue pensando que habría que reimplantar la horca?
R. Sí, para los casos de asesinato. Creo que es necesario que la sociedad tenga la disuasión de la pena de muerte. La finalidad última de la pena de muerte es evitar que se mate a gente.
P. Sin embargo, no hay pruebas de que la pena capital disuada de la comisión de asesinatos: en EE UU hay más de 2.300 condenados a muerte y hay miles de asesinatos.
R. De forma intuitiva encuentro imposible de creer que no sea disuasoria.
P. Recientemente se ha puesto en libertad en el Reino Unido a cuatro condenados por crímenes terroristas que no cometieron a quienes el juez dijo en su día que de no ser por la abolición de la pena capital hubiesen sido enviados a la horca. Eso plantea de forma flagrante la cuestión de inocentes víctimas mortales de un error judicial.
R. Asesinos y terroristas matan a gran número de gente. Hay que admitir que puede producirse un error y que un inocente pueder morir, pero creo que si existe la pena de muerte se van a salvar más vidas de las inocentes que pudieran perderse por error judicial.
P. Eso plantea el debate más en términos cuantitativos que en el moral de matar a alguien inocente.
R. Matar a alguien que no debiera morir es algo terrible, indefendible, pero estamos intentando evitar que se mate a gente que no tendría por qué morir.
P. ¿Cree que la existencia de la horca disuadiría al IRA de matar?
R. Podría disuadir a algunos.
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