El Ejército y el fuego
Salvo raras excepciones, los Gobiernos españoles han ignorado la naturaleza (las zonas protegidas apenas alcanzan el 1% del territorio nacional), pero últimamente esa apatía está llegando a límites vergonzantes, al permitir los continuos ataques a Doñana, condenados a nivel internacional, y la destrucción masiva de zonas boscosas por las urbanizadoras, e ignorar el drama de los incendios forestales (más de 1.000 incendios por semana, sólo en Galicia, es lo bastante grave para no permanecer cruzados de brazos).Un año tras otro, los pirómanos están destruyendo el país, y el Gobierno no ha tomado ninguna medida para evitarlo. No parece darse cuenta de que se trata de un bien de la sociedad y que, como tal, está obligado a protegerlo por medio de actuaciones como incautarse de la madera de las zonas quemadas, crear un mapa forestal de modo que las zonas de bosque no puedan ser recalificadas, primar la plantación de kenaf para la producción de papel, concienciar al pueblo de que la naturaleza es necesaria para nuestra supervivencia y castigar con dureza al que incendia o induce a ello como un crimen contra la sociedad, pues las consecuencias las sufriremos todos.
El turismo ya lo está acusando, pues su descenso no se debe solamente a la fortaleza de la peseta, sino a que la costa española ha cambiado su atractivo natural por el hormigón de los hoteles y las playas están cada año más contaminadas. Es necesario que el Estado reaccione, pues si continúan las devastaciones al ritmo actual, el daño será irreparable y la España verde de otros tiempos se habrá convertido en un desierto, por el egoísmo o la Ignorancia de unos y el consentimiento de otros-
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