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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Graves riesgos en Yugoslavia

LA CONVOCATORIA del referéndum sobre la autonomía de la minoría serbia en Croacia ha provocado una escalada de conflictividad que amenaza el siempre débil entramado plurinacional de Yugoslavia. El Estado federal yugoslavo está en proceso de descomposición desde que, con su artífice, Josip Broz Tito, desaparecieron simultáneamente el espejismo de un socialismo autogestionario medianamente viable y el frágil equilibrio que aquel comunista croata había establecido entre los pueblos que componen este Estado.En realidad, el sistema económico no era viable y el diseño político reflejaba muchos de los lastres del estalinismo. Y si el inestable equilibrio nacional fue mantenido durante cuatro décadas, ello fue fruto, antes que del sistema federal autogestionario, del papel aglutinador del presidente Tito, cuyo prestigio derivaba de su aureola como jefe de la resistencia contra Hitler.

Yugoslavia ha desempeñado un papel fundamental en el proceso de distensión europea y en el equilibrio continental. Su integridad como Estado sigue siendo hoy de inmensa importancia para Europa, y los factores que la ponen en riesgo no pueden ser contemplados con indiferencia. Aunque el surgimiento de virulentos nacionalismos es un fenómeno que se produce también en otros países de los Balcanes y Centroeuropa, el caso yugoslavo reviste particular gravedad, en gran medida a causa de la política del presidente de la República de Serbia, Slobodan Milosevic.

Su carisma y decisión hubieran podido ser de gran servicio al Estado multinacional para salir de la grave crisis en que se vio sumido por la inoperancia de su sistema político-económico. Sin embargo, su demagogia nacionalista para agitar al pueblo serbio, el más numeroso de Yugoslavia, despertando viejos rencores contra las otras nacionalidades, le ha convertido ya hoy en un peligro serio para la estabilidad y la paz en los Balcanes. Aupado a la presidencia de Serbia a lomos de un desbocado populismo, liquidó muy pronto toda disidencia en los órganos de poder y medios de comunicación. Acabó, mediante la ocupación militar, con la autonomía de Kosovo, enclave de mayoría albanesa en territorio de la República de Serbia, instaurando allí el régimen policial más represivo que existe hoy en Europa. Intentó impedir la decidida voluntad de Eslovenia de liquidar el monopolio comunista y tomar la vía hacia la democracia pluralista y una economía de mercado. Pero, a diferencia de Kosovo, la región más pobre y atrasada del país, la represión no ha intimidado a los eslovenos, que siguen su camino democratizador.

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Ahora, Milosevic, desprovisto de cualquier programa económico realista, ha lanzado el guante a Croacia, en cuyas elecciones de mayo pasado los comunistas sufrieron una derrota aplastante. Con su agitación contra una supuesta persecución de los serbios en Croacia, intenta provocar la inestabilidad en esa república. A tal fin, ha organizado un referéndum para que los serbios que viven en Croacia, un 10% de la población, pidan su autonomía. Es una maniobra peligrosa. Croacia no es el minúsculo Kosovo ni la pequeña Eslovenia, y la historia muestra que todo enfrentamiento entre las dos mayores nacionalidades yugoslavas, croatas y serbios, se ha saldado con sangre.

Mezclando los residuos del estalinismo con un rebrote del viejo nacionalismo serbio, Milosevic intenta no sólo frustar la vocación de libertad y democracia de Eslovenia y Croacia, sino hacer fracasar los intentos de una solución democrática transnacional, que hoy representa el primer ministro yusgoslavo, Ante Markovic, con su Liga Reformista.

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