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La anemia norteamericana

Caída de la demanda, escaso crecimiento del PNB y déficit presupuestario ahogan, a EE UU

Victoria Carvajal

La economía estadounidense está anémica. Su enfermedad, que la crisis del Golfo no ayudará a curar, se había hecho presente ya antes del conflicto en Oriente Próximo, cuando los indicadores macroeconómicos para el segundo semestre del año pusieron de manifiesto los primeros síntomas. La caída de la demanda interior y el escaso crecimiento del producto nacional bruto (PNB), junto con la dificultad de financiación del déficit presupuestario, tienen en vilo a inversores y economistas y ponen en tela de juicio la política restrictiva de la Reserva Federal.

La amenaza inflacionista a que se enfrenta el mundo occidental desde que Irak invadiera Kuwait la madrugada del pasado 3 de agosto adquiere en EstadosUnidos caracteres realmente preocupantes. Es como si Sadam Husein hubiera decidido sorprender a su enemigo occidental cuando más débil se encuentra. La invasión tenía lugar en el momento en que en EEUU se debatía la posibilidad de un giro en la política monetaria para favorecer la expansión económica mediante una reducción en los tipos d interés y un abandono parcial de la lucha contra la inflación Pero el incremento de los precios del petróleo en los merca dos internacionales -un 40% en sólo dos semanas- empeora las perspectivas inflacionistas y dificulta la relajación d los tipos de interés para hace frente al estado casi recesivo de la economía estadounidense.

El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, tiene que hacer frente a un indeseable dilema: recesión o inflación. ¿Cuánto más caerá la economía si siguen aumentando los precios del petróleo? Y si se rebajan los tipos para favorecer expansión, ¿cuánto se disparará la inflación?

Recesión

Pese a que para diagnosticar técnicamente una recesión la actividad económica tiene que registrar un crecimiento negativo durante un periodo de seis meses, todos los agentes económicos de Estados Unidos coinciden en que la economía del país se encuentra aquejada de parecido mal. Y no les faltan datos: un crecimiento de la tasa anual del PNB de tan sólo un 1,2% durante el segundo semestre, el descenso en un 1,5% de la demanda final, un aumento de casi medio punto en el índice de precios al consumo, una tasa de desempleo cercana al 6% (similar a la de 1982), junto a la acuciante crisis de industrias claves no dan muchas razones para el optimismo. Si a todo ello se suma la presión inflacionista, producto del conflicto del Golfo, y la dificultosa financiación de un déficit presupuestario de 170.000 millones de dólares, resulta prácticamente inevitable pronosticar un estancamiento económico acompañado de inflación (estanflación), característico en la crisis de 1981-1982.

Los sectores afectados por la caída de la demanda -inmobiliario, acero, automoción, transporte aéreo y banca- son industrias claves para la economía estadounidense y representan una parte fundamental del PNB. Las empresas inmobiliarias, las que peores resultados han tenido durante el primer semestre de este año, han obtenido también los beneficios más bajos desde hace ocho años. Pero es que, además, el aumento en los tipos de interés de los créditos hipotecarios por el temor a la inflación va a precipitar la caída del sector. La construcción -fiel reflejo del crecimiento económico- ha caído un 19,4% por sexto mes consecutivo, y ello sitúa la actividad constructora al peor nivel desde inicios de los ochenta.

La banca se ha visto gravemente afectada por este declive en el sector de la edificación y por el fracaso de la financiación de deuda a través de bonos basura. Y el sector del automóvil también ha visto reducidos sus ingresos. En el segundo trimestre, los tres grandes han disminuido su facturación: Chrysler, en un 46% Ford, en un 45%, y General Motors, en algo menos, el 38%. Las ventas del transporte aéreo han caído un 52%, y las del acero, un 69%. El único sector que se salva de la tendencia depresiva es el de servicios, que creció un 5,5%.

El empleo también ha acusado la situación. La tasa de paro se acerca ya al 6% y no parará de crecer si los costes siguen al alza y además se acrecienta la inflación.

Si las cosas no mejoran, y finalmente hay recesión, el déficit presupuestario, que tanto atormenta a la Administración desde mediados de los ochenta, y sin duda el peor legado de Reagan, sería prácticamente imposible de financiar. Y la crisis del Golfo no va a colaborar en una pronta solución. El propio secretario del Tesoro norteamericano, Nicholas Brady, ha declarado que un aumento en los precios del petróleo puede deprimir todavía más la tasa de crecimiento y situarla incluso a cero a final del año. Ello tendrá sobre el déficit un impacto sustancial.

Los analistas estiman que la incidencia en el déficit del coste del mantenimiento de tropas en el Golfo junto con los gastos de defensa (calculados entre 3.500 y 5.300 millones de dólares anuales) es menos significativo que el que tendrá la inflación. Los nuevos precios del crudo incrementarán los costes de las compañías, reducirán sus beneficios y, como consecuencia, caerá considerablemente la recaudación de impuestos.

Dos de las medidas que se negociaban antes de la crisis -aumentar los impuestos sobre la energía y recortar los gastos de defensa- son ahora impracticables, dadas las circunstancias. Si los precios del crudo se mantienen en torno a los 30 dólares el barril, los economistas estadounidenses, y no precisamente los más pesimistas, pronostican que el déficit para el año 1991 puede aproximarse a los 230.000 millones de dólares.

El sector del petróleo, único beneficiado

Los Estados de Luisiana, Oklahoma y Tejas, en medio de todo, pueden hasta estar contentos. Por lo menos a plazo corto se podrán beneficiar de la subida de los precios del crudo. El sector petrolero estadounidense abastece el 48% de la demanda interior, y el 52% restante se importa de otros países productores. La posible necesidad de incrementar la producción doméstica para suplir una posible escasez -700.000 barriles diarios de crudo procedentes de Irak y Kuwait- ha despertado esperanzas en las casi deficitarias compañías petrolíferas estadounidenses.Si embargo, la producción de petróleo de EE UU ha caído de nueve a siete millones de barriles diarios en tan sólo cinco años. La maquinaria no ha sido utilizada durante años, y de los 190.000 pozos que producen petróleo en Tejas, 132.000 bombean menos de 10 barriles al día. Representantes de estas compañías estiman que sólo una considerable subida de precios puede hacer rentable la explotación de estos pozos y posible el resurgimiento del sector.

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