Decálogo para hablar desde la cabina
Madrid es una ciudad de un millón de cadáveres de cabinas telefónicas. Murieron en el intento de sobrevivir, y para convivir con ellas son precisos diez esforzados mandamientos. El primero de ellos es el de encontrar las cabinas sanas. Eso es: para hablar por teléfono en Madrid es preciso encontrar una cabina sana. Ese es el primer artículo de este decálogo.Una vez hallada la cabina pública en estado saludable, el usuario ha de observar determinadas obligaciones propias. La primera tiene que ver con el agua, o con los líquidos en general. La gente suele orinar en las cabinas telefónicas porque ingiere mucho líquido antes de necesitar el teléfono, o acaso porque el teléfono, psicológicamente, reclama el ineludible uso de la vejiga. Segundo artículo: beba lo menos posible antes de entrar en la cabina. Y tercer artículo: vaya preparado para notar que el usuario anterior ya tuvo la misma necesidad que usted y no se abstuvo.
Obviedad
El cuarto artículo es obvio: vaya provisto de dinero. Pero no de cualquier moneda tradicionalmente utilizada para llamar por teléfono. Todas ya no sirven. EI duro, por ejemplo, ya casi no sirve para nada, y en algunas se han quedado obsoletas las monedas de cincuenta pesetas. En casi todas las cabinas, además, el dinero desaparece impunemente, por defectos suyos, o por defectos de la compañía telefónica, de modo que lo que es una cantidad adecuada se queda en nada a medida que uno se fija en las triquiñuelas de la máquina.
Puestas así las cosas, el quinto artículo del decálogo para hablar por teléfono en Madrid es una exigencia: la cabina exige paciencia. Usted puede equivocarse varias veces de número, y otras tantas habrá perdido su dinero irrevocablemente. Esa no es una razón suficiente como para que usted acabe a hachazos con las cabinas. Salga y cambie más dinero. Ese es el sexto artículo: cambie más dinero. No se lo cambiarán porque en todas partes se ha agotado el cambio: la cabina no se comporta así sólo con usted, no sea paranoico. Ya lo ha hecho con otros anteriormente y todos han necesitado cambio. Por eso están las arcas vacías.
El séptimo artículo es irritante: acostúmbrese a que en información no tienen información. Teléfonica no tiene la obligación de la tautología, y padece de las mismas limitaciones que usted. De modo que absténgase de pedir a la Telefónica aquello que no ha hallado en la guía: ellos sólo tienen lo que está en la guía.
El octavo artículo de este decálogo para hablar desde una cabina pertenece al género de lo obvio: espere comunicarse, pero no esté tan seguro de escuchar. La consecuencia de este artículo es la misma que la del telegrama famoso: si son sus parientes los que esperan su Ramada y ellos ya deducen que es usted quien llama, ¿qué más le da que le oigan? Así que de este modo ellos se quedan contentos de que usted haya tenido el detalle de llamar y usted se ahorra el dinero que hubiera supuesto una conversación llena de lugares comunes.
El noveno artículo reclama sigilo si usted ha tenido éxito en la comunicación: el que viene detrás puede no tener tanta suerte y pensará que usted ha roto la cabina. El décimo artículo es un tópico que la compañía se toma ya como un elogio: la culpa es de Telefónica.
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