La vía pacífica contra el 'apartheid'
LA DECISIÓN del Congreso Nacional Africano (ANC) de renunciar a la lucha armada representa un viraje en su estrategia política que facilita en gran medida que Suráfrica pueda avanzar por una vía pacífica hacia la eliminación del apartheid y hacia una nueva estructura legal que respete la igualdad de derechos de todos sus ciudadanos, negros y blancos. Tal decisión no ha sido un gesto unilateral: forma parte del acuerdo entre el ANC y el Gobierno de De Klerk, firmado en la noche del 6 de agosto, después de 15 horas de negociación, y en el que se estipula la puesta en libertad de los presos ligados al ANC (unos 1.300) y el retorno de los emigrados (unos 22.000). El acuerdo representa dos victorias: la de Mandela sobre los sectores más duros de su movimiento; y la de De Klerk sobre los miembros de su partido sensibles a la presión de un extremismo blanco que no quiere renunciar al pasado.De hecho, la lucha armada como tal nunca ha tenido un gran peso en la acción del ANC. Nacido bajo la inspiración de las ideas de no violencia, propagadas en la India por Gandhi, en 1961 decidió no obstante pasar a la lucha armada como respuesta a la represión que le cerraba toda vía legal. Pero los actos de sabotaje que organizó en aquel periodo fueron de poca monta. Más tarde, esa lucha armada cobró mayor amplitud cuando pudo contar, en Mozambique, Angola y otros países, con bases de apoyo a salvo de la represión. Sin embargo, lo que ha dado al ANC su actual fuerza política ha sido su acción de masas. Si ha mantenido el principio de la lucha armada ha sido sobre todo para patentizar su desconfianza y ruptura radical con el poder blanco. Mandela permaneció mucho más tiempo en la cárcel precisamente porque sólo aceptó ser liberado cuando De Klerk desistió de exigirle, como condición previa, la renuncia a la lucha armada.
¿Cuáles han sido los hechos que han precedido al acuerdo del 6 de agosto, y que en parte lo han facilitado? Por un lado, el viaje de Mandela por diversas capitales occidentales, durante el cual se demostró no sólo su enorme popularidad, sino su crédito ante los Gobiernos, que le escucharon en el tema tan delicado de las sanciones. Mandela volvió a Pretoria con más autoridad ante sus propios partidarios, pero también ante el Gobierno. Por otra parte, entre la población blanca crecía la impaciencia ante los escasos resultados de la política conciliadora de De Klerk. Para éste resultaba cada vez más difícil seguir negociando con una fuerza que no renunciaba a la lucha armada. Se estaba en una especie de encrucijada: o se avanzaba de verdad o todo podía fracasar.
Lo puso de relieve un extraño incidente surgido a finales de julio y que estuvo a punto de dar al traste con las negociaciones. A partir de un informe de la policía contra el secretario del partido comunista, Joe Slovo, el Gobierno exigió que éste fuese excluido de la delegación del ANC. Mandela rechazó tal exigencia y destacó públicamente el papel de los comunistas como una de las fuerzas integrantes del ANC. Al final se descubrió la falsedad del informe policiaco y Mandela pudo mantener la delegación del ANC con su composición anterior. Pero ese incidente puso de relieve la urgencia de pasar a una etapa de mayor nitidez en las negociaciones. Para el ANC, mantener su anterior posición sobre la lucha armada sólo podía dañarle, fomentando en su seno corrientes extremistas y facilitando la propaganda de los partidarios del apartheid.
Por positivo que sea, el acuerdo no puede impedir que subsistan muchos obstáculos. El problema mismo de la violencia reviste notable gravedad, sobre todo en Natal, no por culpa del ANC, sino por las luchas tribales fomentadas por los zulúes. Por otra parte, contra el acuerdo se han manifestado -en los dos extremos- el partido conservador blanco y el Congreso Panafricano, sector radical que rechaza la política negociadora de Mandela. En cualquier caso, el avance logrado es el más sustancial desde la liberación del histórico Eder. Suráfrica ha entrado en una nueva etapa. Si el acuerdo del 6 de agosto tiende sobre todo a superar los residuos del ayer, ahora cabe esperar que la negociación se enfoque resueltamente hacia el futuro.
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