El triunfo del 'no' en el referéndum bonaerense, duro golpe a peronistas y radicales argentinos
El infierno tan temido estaba allí, alrededor de la capital federal del país y dentro de los límites de la inmensa provincia de Buenos Aires. La mayoría absoluta de los ciudadanos obligados a votar por el sí o no a la reforma de 98 ártículos de la Constitución provincial eligió el no y el grito hizo temblar los cimientos peronistas y radícales, los dos partidos históricos que habían pactado las enmiendas en el Parlamento y afrontado luego un plebiscito como un simple trámite.Todas las encuestas anticiparon el resultado, pero ninguna alcanzó a medir la abrumadora diferencia final. El no obtuvo el 67,2%. de los votos contra el 32,8% del sí. Casi seis millones de habitantes, el 79% de los habilitados, negaron su apoyo a la reforma de una Constitución provincial que había sido aprobada por los diputados. Los dos partidos, el Radical y el Justicialista, que en las pasadas elecciones de 1989 obtuvieron en conjunto el 85% de los votos, un año más tarde no superaron el 35% en el principal distrito electoral.
El vozarrón del no se levantó con furia de abajo hacia arriba y la tempestad azotó desde los municipios hasta la Casa Rosada, sede del Gobierno nacional. Los ciudadanos desoyeron a 122 de los 126 intendentes (alcaldes) que pedían el sí, así como a los dos jefes máximos de los partidos tradicionales, el radical Raúl Alfonsín, ex presidente de la nación, y el peronista Antonio Cafiero, que es además el gobernador de la provincia. No tuvieron en cuenta tampoco al secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), Raúl Ubaldini, ni a los diputados ni senadores nacionales, ni a los gobernadores del resto de las provincias, ni al mismo presidente Carlos Menem.
Bronca social
La bronca social incluida en ese grito fue tan evidente que nadie, salvo el marginal Alberto Albamonte -un ex policía y actual diputado de la derechista Unión de Centro Democrático-, se animó a sentirse propietario de esta supuesta victoria. Los principales dirigentes que hicieron campaña por el no, entre los que se destaca el diputado trotsquista Luis Zamora, del Movimiento al Socialismo, y el ex teniente coronel Aldo Rico, cabecilla de la ultraderecha, coincidieron en destacar el sentido de "rechazo" a la política del Gobierno provincial y también del nacional.
La espantada entre los partidarios del sí fue inmediata. La misma noche del domingo el pre sidente Menem consideró el triunfo del no como "prueba de lo que vengo diciendo: se acabaron los ideologismos".
El gobernador Antonio Cafiero, que aparece como el principal derrotado tras el plebiscito, admitió el resultado ante la prensa con una consigna peronista: "El pueblo nunca se equivoca". Cafiero aseguró que se mantendrá en su puesto hasta las elecciones previstas entre agosto y octubre del próximo año "porque no estaba en juego mi cargo". Pero el gobernador no podrá soportar la presión sobre la presidencia del partido. "Tal vez pida una licencia y luego renuncie", declaró uno de sus asesores.
Ninguno parece tener en cuenta el sentido final de este alarido. En la provincia de Buenos Aires, corazón de la rica pampa húmeda argentina, habitan tres de los seis millones y medio de analfabetos funcionales que existen en todo el país. Allí sobreviven también más de la mitad de los nueve millones de ciudadanos que viven bajo la línea de extrema pobreza. Sin cloacas, sin agua potable, sin trabajo, sin vivienda, sin hospitales, desamparados.
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