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GUERRA EN EL GOLFO

Las superpotencias se unen contra Bagdad

"Hoy, los Gobiernos de la Unión Soviética y Estados Unidos toman la inusual decisión de hacer un llamamiento directo a la comunidad internacional para que se una a nosotros en la suspensión de toda entrega de armamento a Irak". Éste es el texto del escueto comunicado redactado y firmado ayer en Moscú por el secretario de Estado norteamericano, James Baker, y el ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, Edvard Shevardnadze. Por primera vez desde la II Guerra Mundial, y como ejemplo del nuevo clima que preside las relaciones entre Washington y Moscú, los responsables diplomáticos de las dos superpotencias aunaban sus esfuerzos para enfrentarse a una brusca crisis internacional.

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El secretario de Estado norteamericano, James Baker, hizo ayer por la tarde una breve escala en Moscú, en su regreso desde Mongolia a Estados Unidos, para hablar con su colega Shevardnadze de la agresión iraquí contra Kuwait y elaborar la declaración conjunta de condena. Baker y Shevardnadze se encontraron por la tarde en el aeropuerto de autoridades Vnúkovo 2, al suroeste de la capital, donde el propio ministro de la URSS leyó el texto a los periodistas.El Kremlin había reaccionado rápidamente ante la crisis del Golfo. El jueves emitió una declaración oficial que llamaba a una retirada "inmediata e incondicional" de las tropas iraquíes. El texto decía también que "la soberanía, la independencia nacional y la integridad territorial de Kuwait deben restablecerse completamente". Además, el Gobierno de la URSS decidió suspender el suministro de armas a Irak. Los soviéticos son los principales abastecedores de armamento a este país árabe, al que en los últimos años ha vendido desde misiles y aviones de combate hasta armas ligeras.

Estados Unidos, sin descartar totalmente una intervención militar, difícilmente practicable a corto plazo dada la distancia y la falta de bases en la zona, y con el apoyo incondicional del Reino Unido, emprendió a su vez una acción concertada a escala mundial en el campo de las sanciones económicas para forzar la retirada iraquí de Kuwait. El minúsculo emirato petrlero fue invadido el jueves por las tropas de Sadam Husein, comparado con Adolf Hifier por algunos políticos de Washington.

El presidente George Bush, después de una reunión en Colorado con la primera ministra británica, Margaret Thatcher, marcó la pauta de la política que está siguiendo su gobierno al hablar de "una acción colectiva" para hacer frente a la crisis del Golfo. La posición estadounidense fue compartida por Thatcher, quien puso el dedo en la llaga sobre la efectividad de una imposición de sanciones al comentar que ninguna nación "puede hacer nada por separado" para parar los pies al presidente iraquí.

10 billones

Estados Unidos predicó con el ejemplo el jueves y Bush firmó una orden ejecutiva en la Casa Blanca que congelaba los fondos y los activos de Irak y Kuwait en Estados Unidos, incluidos los pertenecientes a la gigantesca KIO (Kuwait Investment Office), con el fin de que el Gobierno títere instalado por los iraquíes en el emirato no pueda disponer de ellos.

Expertos norteamericanos calculan que el valor de los fondos y bienes de KIO en EE UU, Europa Occidental y Japón asciende a 100.000 millones de dólares (unos 10 billones de pesetas). Al mismo tiempo, Bush ¡mpuso un bloqueo total a los intercambios con Irak, incluidas las compras de crudo, que representan un 5,9% de las importaciones norteamericanas.

Entre el jueves y el viernes, el ejemplo de Washington había sido seguido por un gran número de países. La diplomacia norteamericana se movió igualmente en otros frentes y pidió a los países de la OTAN que impongan sanciones similares. Quizás, el logro más espectacular de Washington haya sido conseguir la condena de la acción iraquí por parte de la Unión Soviética, principal proveedor de armas al régimen de Bagdad.

La acción de Washington se concentraba ayer principalmente en dos frentes: la ONU y los países de Oriente Próximo con terminales de oleoductos iraquíes, principalmente Turquía y Arabia Saudí. Después de conseguir una condena oficiosa contra Bagdad por parte de 14 de los 15 miembros del Consejo de Seguridad -la excepción fue Yemen-, la diplomacia de Washington, apoyada por la de Londres, exploraba la posibilidad de solicitar la imposición de sanciones económicas a Bagdad al amparo del capítulo séptimo de la Carta de la organización mundial.

Washington estaba ayer presionando a Ankara y Riad para conseguir el cierre de las terminales de los oleoductos iraquíes en sus respectivos territorios, lo que, caso de conseguirse, asestaría un golpe mortal a las exportaciones de crudo procedente de Irak. Sin embargo, tanto Turquía como Arabla Saudí, especialmente este último país, temen una fulminante represalia iraquí si acceden a las pretensiones norteamericanas.

La decisión de Bush de imponer un bloqueo económico a Irak fue aplaudida el jueves por ambas Cámaras del Congreso, que desean una acción todavía más rotunda contra Irak que la adoptada por la Casa Blanca. El Senado aprobó ayer por unanimidad una resoluclón, en la que afirma que "el oportunismo y brutalidad (de Sadam Husein) demuestran el fracaso de cualquier política de apaciguamiento o colaboración", y pide a Bush un bloqueo total contra Bagdad, "con fuerzas de tierra, mar y aire para restablecer la paz y la seguridad en la región".

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