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GUERRA EN EL GOLFO

Kuwait, un pozo de petróleo cubierto de arena

Los kuwaitíes han tratado de hacer un paraíso de su minúsculo Estado de 17.818 kilómetros cuadrados, encajonado entre Irak y Arabia Saudí y levantado sobre un enorme pozo de petróleo cubierto de arena. Su extensión es aproximadamente idéntica a la de la provincia de Zaragoza (17.194 kilómetros cuadrados) o a la suma del País Vasco y Navarra (17.682 kilómetros cuadrados).El emirato, que hasta ahora gobernaba la familia Al Sabah, obtuvo su independencia del Reino Unido en 1961, con el veto de la URSS. Y cuando la Liga Árabe le aceptó como nuevo miembro, Irak, que siempre consideró ese territorio como parte integrante del suyo, abandonó la reunión y boicoteó la Liga hasta 1963. A pesar de estar asentados sobre el volcán de Oriente Próximo, los kuwaitíes han vivido de espaldas a los conflictos bélicos de la zona, a los que sólo miraban de soslayo por cuestiones comerciales y económicas.El gusto por el consumo y la ostentación es lo primero que se percibe al aterrizar en Kuwait. La fabulosa red de autopistas está congestionada por los últimos modelos de vehículos norteamericanos, en los que el aire acondicionado, la música y el teléfono funcionan a tope mientras los jóvenes aprietan el acelerador. Éstos, que supuestamente debieran de tener una mejor preparación que sus padres, se han abandonado a los placeres de una vida fácil y no quieren oír hablar de responsabilidades.

La generación que actualmente bordea los 40 es la que se ha preocupado de que su país no sea solamente un grifo de petróleo y, de hecho, ha logrado que los ingresos por inversiones en el extranjero superen a los obtenidos por el crudo. Pero en el camino parece haber abandonado cuestiones tan elementales como la educación de la juventud, convirtiéndola en terreno abonado para el consumismo o para el fundamentalismo islámico.

La pesadilla de 15 días del jumbo kuwaití secuestrado el 5 de abril de 1988 despertó al pequeño grupo de beduinos, antiguos comerciantes, pescadores de perlas y camelleros de su sueño de paz. Divididos entre suníes y shiíes, la amenaza del integrismo islámico se hizo patente en el emirato, que adoptó de inmediato fuertes medidas de seguridad contra el terrorismo internacional y descubrió que su vulnerabilidad no le venía únicamente de la amenaza de su vecino iraquí sino incluso de sus propias gentes, a las que con espíritu paternal había bañado en petrodólares. En Kuwait viven cerca de dos millones de personas, pero de ellos el 63,5% son extranjeros. Musulmanes asiáticos o africanos emigraron a Kuwait a la llamada del oro negro y respaldados por la "solidaridad islámica".

La falta de kuwaitíes con una buena preparación hace que se encuentren emigrantes en los más altos puestos directivos, pero éstos nunca adquirirán la ciudadanía kuwaití, que los nacionales guardan como su más preciado tesoro. La mayoría de los extranjeros, sin embargo, son trabajadores claramente discriminados a quienes los kuwaitíes tratan con auténtica arrogancia.

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