Poder negro
UNA CONFUSA rebelión tiene desestabilizada desde el pasado viernes Trinidad y Tobago, república anglófona del Caribe. Un pequeño grupo integrista musulmán -unos 250 jamat al muslimin dirigidos por un ex agente de policía- tomó el Parlamento, la radio y la televisión; detuvo al primer ministro A. N. R. Robinson y -bajo la amenaza de hacerle saltar por los aires- exigió su dimisión y la convocatoria de elecciones generales en un plazo de 90 días.La hipotética conexión de los rebeldes con la Libia del coronel Gaddafi y con una ideología fundamentalista musulmana no deja de ser un popurrí político con poco asiento en la realidad del Caribe. Gaddafi ha apoyado con dinero y entrenamiento militar a movimientos revolucionarios, en aplicación de una teoría de la desestabilización que tiene más de opereta que de otra cosa, aunque en ocasiones el saldo de víctimas haya sido elevado. Cualquier grupo revolucionario de menor entidad está encantado de recibir el apoyo del líder libio; ello no confiere a su movimiento respetabilidad ideológica. Lo notable del intento de los jamat al muslimin -por cuanto es indicativo de la endeblez del Estado- es que 250 rebeldes sean capaces de desestabilizar el Gobierno de una república.
Lejos de responder al criterio ideológico en boga en el mundo árabe, la rebelión en Trinidad y Tobago es más bien reflejo de las tensiones internas propias de las sociedades en el Caribe de habla inglesa. La historia del poder negro tiene sus raíces en la década de los sesenta en los movimientos revolucionarios estadounidenses teñidos de islanúsmo radical y obedece a la voluntad de librarse del colonialismo social y económico del blanco. En Trinidad y Tobago, como en el resto de la zona, la estructura de población es una compleja mezcla de negros (con un 6% de musulmanes y un 60% de cristianos), indios (25% de la población) y mestizos. A ello hay que superponer los antagonismos entre las dos grandes islas que dan nombre a la república y sus difíciles relaciones con el resto del Caribe anglófono. En 1970 ya hubo violentos disturbios en Puerto España, provocados por el poder negro local: iban dirigidos contra el colonialismo económico extranjero. Sus hijos espirituales, los jamat al muslimin, se sublevan ahora contra las secuelas de corrupción e inmoralidad públicas, en respuesta a los mismos estímulos ideológicos y políticos de entonces y no en nombre de una revolución que les es muy lejana.
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