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PROCESO DE CONCENTRACIÓN FINANCIERA

Una caja con mucho gas

Hacienda otorgó el viernes a la supercaixa beneficios fiscales por 39.028 millones de pesetas y unas plusvalías de 112.637 millones por la fusión y 12.358 por la obra social. La fusión de La Caixa y la Caixa de Barcelona sólo depende del visto bueno de sus consejos y de la aprobación de los estatutos. La nueva caja ha afrontado una última fase de negociación en la que sus propios intereses se han visto condicionados en parte por los de las administraciones, que han reconvertido la integración Aguas-Catalana en el holding gasista Ia Caixa-Repsol.

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El proceso de creación de la futura Caja de Ahorros y Pensiones de Barcelona (La Caixa) no ha sido una simple cuestión de sumas y restas, de llamamientos al fortalecimiento del sector del ahorro o a la creación de entidades con dimensión europea.Las primeras negociaciones se entablaron al calor de¡ delicado futuro de ambas entidades. Debilitada una en sus estructuras directivas y amenazada la otra por el deterioro de imagen provocado por la polémica sobre las primas únicas, la fusión aportaba enormes ventajas ante un futuro con tantos inconvenientes.

Pero en el tramo final de las negociaciones las cajas han visto relega do su papel, para dar protagonismo a las administraciones. Y cada una ha cocido la carne a su gusto. Muy pasada o poco hecha, en función de intereses de Estado (español) o de país (catalán). Aprisionada entre las atribuciones administrativas del Gobierno catalán y las competencias fiscales del Ministerio de Economía y Hacienda, la supercaixa se ha visto empujada a romper una fusión en el sector de los servicios (Aguas de Barcelona-Catalana de Gas) para acabar embarcada en un proyecto de enorme importancia para las adininistraciones en el sector energético: el holding gasista La Caixa-Repsol.

Agua, gas y hasta una pizca de primas únicas son algunas de las especias que han sazonado el último tramo negociador, en un apasionante entramado que ha obligado a intervenir en defensa de la supercaixa al propio presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, un hombre que había demostrado menos que muy poco entusiasmo por el proyecto cuando éste llegó a sus oídos, apenas unas horas antes que a los de la opinión pública.

Josep Vilarasau ha dejado siempre claro que la entidad que dirige -y la que seguirá dirigiendo- no quiere hacer de gestor industrial. Bien está llegar a acuerdos con Repsol que satisfagan a la Administración. Pero de eso a gestionar había un gran paso que Vilarasau siempre se ha negado a dar. Un paso al que le empujaba Claudio Aranzadi con su tajante veto a Aguas de Barcelona (participada en un 25% por Lyonnaise des Eaux) como compañero de viaje de Repsol. "Extranjeros, no", proclamaba Aranzadi rechazando a un socio que a sus ojos más parecía Aguas de Lyón que de Barcelona. "Si quieres gasificar, gasifica tú. Antes vendo el paquete de Catalana a Repsol que convertirme en gestor", respondió más que menos Vilarasau al ver cómo las enormes inversiones de La Caixa en Aguas empezaban a perder sentido. "Hasta ahí podíamos llegar. Catalana es catalana", bramó Pujol, que se encontraba en Canadá predicando catalanismo en aquellos días en que la secesión de Quebec parecía inevitable. La venta del paquete de Catalana a Repsol le abría a la supercaixa la puerta de las exenciones, pero le cerraba la de la autorización administrativa de la Generalitat. Las ásperas reticencias de Pujol hacia una caja con un pasivo de más de cinco billones, con un aplastante liderazgo entre las entidades financieras catalanas y que había tenido el atrevimiento de gestar su nacimiento a espaldas del Gobierno autónomo, podían reaparecer con la misma facilidad con que desaparecieron.

Fútbol en el ministerio

La Generalitat podía. aceptar que fracasara la fusión de Catalana y Aguas, destrozando el sueño de crear un gigante de los servicios con nombre y apellido catalán -no exento de aromas franceses- si eso permitía a Catalana ser la espina dorsal de la gasificación española y llevar a Barcelona la sede de un holding gasista con presidente catalán y todo.

A Maciá Alavedra, responsable del Departamento de Economía y Finanzas de la Generalitat, se le conoce más su gusto por la gastronomía que por el fútbol. Pero Alavedra, espoleado por el impulso de preservar la catalanidad de Catalana, no tuvo incoveniente en coger el puente aéreo y presenciar los últimos minutos de la eliminación española ante Yugoslavia en el despacho de Claudio Aranzadi, acompañados ambos por ese eterno mediador entre partes, siempre amigo de moros y de cristianos, que es Pere Duran Farell.

Sabido es que, en la capital, el fútbol está a veces por encima de las agendas de las clases política y empresarial. Pero aquella tarde se compaginaron todos los interés: política, empresa y fútbol. Aranzadi, Alavedra y Duran Farell, pasado el disgusto del ministro por la eliminación de los chicos de Suárez, se pusieron manos a la obra y decidieron que lo primero es antes, y que primero ,era la fusión pero antes el holding gasista.

Aranzadi y Alavedra -Duran mediandi- no tardaron en ponerse de acuerdo: supercaixa sí, gas también, y una Catalana catalana, por descontado. Para lograr todo ello, La Caixa debía renunciar a delegar su presencia en el holding a través del ramo del agua y aceptar su participación directa en el proyecto gasista -con el que ya se había comprometido semanas antes-, ofreciendo seguridades de que permanecería en él a largo plazo y de que la hipotética venta de paquetes del holding sólo se haría por la vía del pequeño accionista bursátil o mediante moderadas participaciones de empresas catalanas. A cambio obtenían la seguridad de que las exenciones de su fusión serían las suficientes para afrontar contingencias seguras (dotación del fondo de pensiones de Caixa de Barcelona) o posibles (primas únicas), y que la gestión del gas quedaría en manos de especialistas.

Era él 26 de junio. Al día siguiente se Firmaba el preacuerdo público de Repsol y La Caixa. Apenas tres semanas después la supercaixa ya tiene la autorización administrativa de la Generalitat y exenciones aparentemente "suficientes", y Óscar Fanjul y Josep Vilarasau ya han firmado el protocolo del holding gasista. Todo está preparado para que nazca por fin la Caja de Ahorros y Pensiones de Barcelona. Una caja con mucho gas.

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