Celos provincianos

(...) La pregunta sobre dónde ha de situarse la capital alemana, se convierte cada vez más en una cuestión de fe: (...) si alguien no cree en Berlín no es un alemán auténtico, pero si uno está en contra de Bonn se desenmascara como partidario de todos los Guillermos y sueña en secreto con el gran imperio alemán.(...) Aunque no fuera más (que para que no les tengan que citar sus muy recientes discursos (...), los políticos no podrán evitar decantarse por Berlín (aunque con bastante árnica para Bonn). Más aún teniendo en cuenta que no deja de haber argumentos racionales en favor de esa decisión. (...) Durante los últimos cuarenta años la cosa fue bastante sencilla. Como de todas formas nadie se tomaba demasiado en serio a Bonn, los de Francfort igual que los de Stuttgart, los muniqueses tanto como los hamburgueses, todos podían sentirse satisfechos de sí mismos: todas estas ciudades eran de alguna manera la capital secreta de Alemania, bien la capital financiera, la económica o la de la alegría de vivir.

¿Pero y ahora? Ahora habrá otra gran ciudad alemana, desgraciadamente la que tiene más habitantes, que será un poco más igual que las demás. Ya se sienten todas ofendidas y, curiosamente, recuerdan a esos niños que hasta el momento habían elegido al más pequeño de todos ellos como el cabecilla de la banda: si yo no puedo ser el jefe, por lo menos que no haya ningún otro que me haga sombra.

17 de julio