Un regalo para el ciclismo español
La sospecha de que Induráin podría haber realizado otro Tour caso de no haber sacrificado gran parte de su esfuerzo a la tarea de auxiliar a Delgado servirá, sin duda, para que el director deportivo del Banesto, José Miguel Echávarri, sea colocado en el punto de mira. El ciclismo español ha vivido durante tanto tiempo sometido a rencillas internas que la generosa exhibición de orden, disciplina y sacrificio que han dado tanto Delgado como Induráin causa cierta indigestión. Induráin se habrá convertido, entonces, sin dar pie a ello, en un arma arrojadiza. Un arma contra Echávarri. Y un arma contra Delgado.Pretender utilizar los números para colocar las posibilidades de Induráin en este Tour por encima de las del propio Delgado es algo más que arriesgado. Ningún especialista en su sano juicio descartaba al líder español como uno de los grandes favoritos para la victoria; su temporada fue encauzada hacia el Tour y en buena lógica su reserva de energías había sido utilizada en menor medida que la de Induráin, corredor que ya había alcanzado el 100% de fórma allá por el lejano mes de marzo. Olvidar que la experiencia de un Delgado limitado de preparación le fue suficiente para conquistar el segundo puesto en la Vuelta a España en perjuicio del propio Induráin sería grave. Y constatar que la suavidad de la actual edición del Tour beneficiaba en parte las condiciones del corredor navarro, es un argumento que no se puede despreciar. José Miguel Echávarri nunca ha eludido una explicación al hecho: "Nosotros venimos al Tour con la intención de ganar. No nos fijamos en otras clasificaciones ni en otros objetivos. Y para ganar es necesario fiarlo todo a un líder. Y nadie puede dudar de qué líder se trata".
El mayor riesgo que corrió Echávarri fue utilizar toda la energía de Induráin en la etapa de Alpe D'Huez, hecho que le obligó a perder más de diez minutos, y cuyo resultado fue decepcionante por cuanto Delgado desfalleció en el último tramo de ascensión. Si Delgado hubiese cumplido con las expectativas, posiblemente nadie estaría criticando tal decisión. La carrera tuvo un buen diseño hasta aquel momento en el que la intervención de un director da paso exclusivo a las fuerzas que le quedan a un corredor. El interrogante descansa en otro aspecto, como el de suponer si no habría sido más práctico para el propio Echávari utilizar a Induráin en una posición más amenazante para los otros favoritos, más cerca del podio en pocas palabras.
El dúo Delgado-Induráin, por otro lado, es una generosa aportación al ciclismo español, que puede vislumbrar el futuro inmediato del Tour de Francia con relativo optimismo. Hay Delgado para rato y un Induráin con experiencia para más tarde. Es todo un regalo que no se puede despreciar, un regalo que envidiaría el mismo ciclismo francés, que casi alcanza un lustro sin un ganador de Tour y sin otro personaje que Fignon en el horizonte.
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