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Italia 90

Sensación de dominio

La selección argentina ha subido enteros en los partidos difíciles

Santiago Segurola

Argentina llega al partido decisivo de la Copa del Mundo con la convicción ganadora que le ha faltado durante la mayor parte del torneo. El último entrenamiento en Trigoria fue memorable. Unos jugadores que habían sido despreciados por la prensa, prácticamente privados de la atención de los especialistas, se vieron asaltados por un enjambre de periodistas de todo el mundo. La sensación de dominio de los jugadores fue absoluta. Después de un mes de calamidades, tenían otra vez la razón de los resultados de su parte. No hay equipo más hinchado en el mundo que el argentino ahora.

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Maradona cantaba sus jugadas mientras machacaba a balonazos a Goicoechea. "¡Me viene, me viene al pecho; la paro y la meto en el ángulo! ¡Golazo!". El astro estaba feliz. Tenía al menos 20 cámaras de televisión pendientes de sus movimientos Aunque parecía muy distanciado de la vigilancia de la Prensa y la televisión, Maradona actuaba. Y en Trigoria, en vísperas de la final, Maradona era un Paul Newman rechoncho y moreno. Así que coreaba sus jugadas: "Te la voy a tirar por arriba, Goico. ¡Ufl Mira ésta, Goico. Por ahí te va ¡Golazo!". Esta sensación de poder era compartida por todos en Trigoria.Dramatismo

Un mes antes, en el mismo escenario, todo estaba cargado de dramatismo. La tensión era manifesta en todos los protagonistas. Apenas llegaban periodistas hasta el cuartel argentino, y los que llegaban lo hacían con una crítica en la boca. El viraje se ha producido sólo tras el partido contra Italia. Entre los argentinos se tiene la sensación de haber provocado un suceso comparable al que protagonizó la selección de Uruguay en 1950 frente a Brasil. Con este equipaje el equipo ha pasado a la ofensiva. Se han creado los suficientes enemigos durante un mes como para seguir adelante. Les han vencido, y ahora pasan factura. El presidente de la federación argentina, Julio Grondona, elevaba a Carlos Bilardo a los altares; los jugadores observaban con una mezcla de orgullo y deprecio a la legión de periodistas y ex críticos; Bilardo callaba. Su desconfianza hacia todo lo que sucede alrededor suyo es proverbial.

El juego nunca ha significado gran cosa para Bilardo, o ha tenido un valor muy secundario con respecto al resultado. Los adversarios de Bilardo y la selección argentina han esgrimido el pésimo juego frente a Camerún, Unión Soviética, Rumania, Brasil y Yugoslavia. El discurso del técnico se apoya en los datos: "Hemos perdido un solo partido, y siempre estuvimos castigados por las lesiones. Comenzamos por Maradona, Giusti, Ruggeri y Gurruchaga. Así hemos seguido hasta hoy. Sin embargo, estamos en la final, con más de 300 periodistas reunidos aquí, en un entrenamiento. No me digan que esto no tiene algún inérito", declaraba Bilardo en Trigoria.

Argentina se siente segura a pesar de las ausencias de cuatro titulares. La seguridad viene porque hasta ahora nunca se han sentido traicionados todos los elementos que forman parte de un partido de fútbol. Argentina ha tenido en los momentos cruciales la ayuda de la mano invisible de Maradona, los postes, la breve pero definitiva resurrección del genio frente a Brasil, la larga nómina de jugadores expulsados en los equipos adversarios y el trabajo inmaculado de su portero en dos tandas de penaltis, portero que llegó como suplente, acosado por la Prensa, después de un año sin jugar, con el estigma de los futbolistas malditos.

Sin juego, pero iluminada, la selección argentina se enfrentó a Italia y ganó. Los argentinos jugaron como nunca lo habían hecho durante el torneo. Desde ese partido, la sensación entre los jugadores es de plenitud. Han vencido a los críticos y a los equipos rivales. En esta misión casi religiosa, Alemania no es un equipo inaccesible.

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