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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las Alemanias de Asia

QUEDA AÚN sin resolver en Extremo Oriente la cuestión de una doble Corea, cuyas motivaciones y fronteras recuerdan irresistiblemente al problema alemán. Por el momento, sin embargo, las semejanzas entre una y otro acaban ahí; en efecto, no es previsible que la solución del rompecabezas coreano pueda llegar con la misma celeridad que la del alemán en Centroeuropa.Fruto de la guerra fría -de hecho, probablemente, pocas situaciones políticas e históricas están más íntimamente ligadas al nacimiento de aquélla-, el problema de Corea resume en los dos países en que se divide la península todos los estereotipos del mundo libre y del mundo socialista; tipología en la que se incluyen las peores lacras de cada sistema. Corea del Norte es una dictadura comunista en el peor sentido de la palabra: rígida, cruel y demagógica. Corea del Sur contiene en la esencia de su organización el pecado original de la satelización estadounidense: una economía de mercado implacablemente liberal, unida a un comportamiento menos que democrático. Partidas en dos desde el término de la II Guerra Mundial, el antagonismo que las dividía estuvo en la base de la tristemente célebre guerra de 1950 a 1953. Desde entonces, los Gobiernos de Pyongyang y Seúl han sido, al parecer, enemigos irreconciliables, lo que no les hace menos nostálgicos de una unidad pasada. Y ahora, desaparecidas las tensiones estratégicas entre los bloques y desmoronado el mundo socialista, cabría preguntarse si, como en el caso alemán, la unidad de las dos Coreas es posible a corto plazo. La respuesta debe ser negativa. Sin embargo, desde 1972, año en que los delegados de ambos países hablaron por primera vez de reunificación por medios pacíficos, las conversaciones, aunque más parecidas a un diálogo de sordos que a otra cosa, han sido continuas. También lo han sido sus altibajos y rupturas.

La última interrupción ocurrió en el mes de febrero. Los antagonistas no volvieron a dirigirse la palabra hasta que, de modo inesperado, el silencio fue roto la semana pasada por Pyongyang con un nuevo ofrecimiento de diálogo. La iniciativa era consecuencia directa de la perestroika soviética: después de que, a principios de junio, el presidente de Corea del Sur, Roh Tae Wo, se entrevistara en San Francisco con Mijaíl Gorbachov, los coreanos del Norte, temiendo perder terreno ante su aliado natural, se apresuraron a proponer la reiniciación de las negociaciones. Reunidos el pasado martes en la localidad fronteriza de Panmunjón, los delegados acordaron que sus primeros ministros respectivos celebrarán una cumbre en Seúl en septiembre. ¿Se avanzará entonces en el camino de la reunificación? Nadie puede prever lo que acordarán dos jefes de Gobierno que no se conocen. Si establecen buenas relaciones personales, no es inconcebible que puedan preparar un encuentro que sería histórico entre sus dos presidentes, Roh Tae Wo y el legendario Kim II Sung. La unidad de las dos Coreas es trascendental para el futuro del continente.

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